Punto final para el relato de Alberto Rodríguez Saá.
Apremiado por el calendario electoral y por un contexto en el que los indicadores de su gestión se deterioran semana tras semana, Rodríguez Saá no tuvo más remedio que tragarse su relato en pos de intentar la supervivencia política de su Gobierno. Y de su nombre.
“Estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros” decía el actor, escritor y humorista Groucho Marx.
Es que si algo reveló su decisión de postular a Jorge “Gato” Fernández como candidato a Gobernador del oficialismo fue el fracaso de su relato en relación a un recambio generacional de la mano de su “brillante equipo de jóvenes” funcionarios. A ninguno le dio el piné.
Por lo contrario, quedaron bajo el fuego del propio Gobernador que ahora les endilga la responsabilidad de no haber sabido construir una figura para sucederlo. Les dio las llaves del Gobierno, pero se dedicaron a otra cosa, no a construir una elegante continuidad política para el ideario de su mentor.
Oportunamente DePolítica intentó entrevistar a Rodríguez Saá para hablar entre otros temas sobre esa construcción de liderazgo joven que él planteaba como un desafío al rodearse de jóvenes. El entonces secretario General de la Gobernación, Miguel Berardo se excusó en nombre del asesor de comunicación del Gobernador, Gustavo Valenzuela señalando que Rodríguez Saá no daría entrevistas.
Ya ni siquiera del resultado hablemos, sino de la posibilidad al menos de intentar el triunfo fiel a sus principios.
Así es que ni mujer, ni joven, ni verde. Rodríguez Saá tuvo que recurrir a un hombre, viejo dirigente del PJ -alguna vez le rechazó el llamado a Alberto para que se afiliara al PUL – ciertamente respetado entre la dirigencia aunque desconocido por gran parte de la sociedad, conservador, y con una carrera política que perdió medallas al subir y bajar las escalinatas del Superior Tribunal de Justicia.
Nada de lo que Alberto imaginó como el futuro político de sus sueños es posible: si hasta Jorge Fernández fue modelado en el horno dirigencial de su hermano Adolfo.
Apenas podrá maquillarse tanta contrariedad con el nombre de una joven mujer para que lo acompañe en la fórmula como vicegobernadora.
Como sea, a cinco meses de la elección del 11 de junio el oficialismo inicia entonces una carrera contrarreloj para instalar a Fernández, cuyo posicionamiento está abierto a numerosos interrogantes por los que deberá responder ante la sociedad y el periodismo.
¿Qué puntos en común tendrá su eventual gobierno con estos jóvenes que hoy conducen la provincia?, ¿Comparte plenamente el rumbo de este gobierno al que ahora representará?, ¿Qué piensa de un gabinete ampliado de más de 1.500 personas como las que este lunes reunió el Gobernador para presentar su candidatura?, o por caso una cuestión central para el respeto institucional del ejercicio periodístico ¿permitirá en un eventual gobierno que se sigan usando las herramientas del Estado para amedrentar a los periodistas independientes?. Ya habrá tiempo para esas preguntas buscando respuestas.
Por ahora convengamos en que el quiebre del relato causó un impacto de tal magnitud en el oficialismo, al punto de que no ha habido aún manifestaciones públicas de dirigentes celebrando la candidatura de Fernández. Es de imaginar que llegarán en los próximos días.
El relato de Rodríguez Saá fue eso, sólo un relato.