Los papers que hojean en sus escritores directivos, gerentes y funcionarios de bancos puntanos describen perspectivas sombrías también para este año, y pese a venir de un 2020 con características disruptivas. Sin embargo, observan dos luces de esperanza: los valores de los commodities y mejores condiciones en los acuerdos que el Gobierno nacional celebra con el Fondo Monetario.
En el escenario internacional el impacto de la pandemia ha sido más duro de lo que muchos imaginaron y la recuperación económica está demorando más de lo que tantos analistas previeron. Incluso algunos advierten sobre la fragilidad del contexto actual, suponiendo que de no menguar el número de muertes por la pandemia en algunos países, podrían esos gobiernos instrumentar nuevamente medidas restrictivas que generarían nuevos impactos negativos para su recuperación económica, y eso en mundo globalizado repercute para todos.
Esa fotografía podría ser todavía más dura si siguen apareciendo mutaciones virales que vuelvan rápidamente obsoletas las vacunas que se distribuyen en el mundo, y cuyas campañas de inmunización han motivado un fuerte reclamo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas https://depolitica.com.ar/las-vacunas-no-se-reparten-de-manera-justa/
Que la pandemia ha puesto al mundo -económico- en crisis no quedan dudas; de lo único que podemos estar seguros es de nuestra incertidumbre. Incluso la proyección del PBI global que dibujan los consultores para el 2022 sería menor al porcentaje estimado en la previa de la pandemia, y sólo llegaría al 2,1%. Sobrevendrá un extenso período de desempleo -desalentados, muchos dejarán de buscar trabajo y otros, en cambio, quedarán marginados por no adaptarse a las nuevas condiciones-.
En este sentido, el periodista Andrés Oppenheimer había planteado ya hace algunos años en su libro “Sálvese quien pueda”, un escenario en el que, fruto de los cambios que impone la tecnología y el nuevo escenario laboral, se consolidarían tres clases sociales: 1 una elite que se adecúe a los avances y genere mayores ingresos; 2 un segundo sector de prestadores de servicios personales y; 3 una clase sin trabajo y que deberá recibir un ingreso básico universal como “víctima del desempleo tecnológico”. A todo eso, deberíamos sumarle los efectos de pandemia.
Para Argentina, las proyecciones, aún en escenarios de base, ubican a la inflación por encima del 50%, un número coincidente con las expectativas inflacionarias advertidas por el Banco Central para este año. Y sólo entienden que los números del 2020 hayan sido más bajos que los del 2019 porque la recesión llegó con una brusquedad inesperada, fruto del confinamiento al que obligó la pandemia.
Los analistas a los que consultan los bancos puntanos consideran incluso que si la inflación no es más alta aún, se debe a la presión que impuso el Gobierno nacional en los controles de precios; en este sentido algunos consultores estiman que habría alrededor de otros 10 puntos de inflación. Le llaman inflación reprimida. Sin embargo, también advierten que es insostenible mantener congelados los precios de algunos servicios, por caso los de la electricidad y el gas.
Advierten los analistas que el movimiento cambiario podría gozar de cierta estabilidad en líneas generales, y fundamentan su opinión en que hay dos factores muy importantes en la coyuntura: el aumento de los commodities con valores de cosecha muy altos, y un posible acuerdo, con una gestión favorable, entre el Gobierno Nacional y el Fondo Monetario Internacional.
En resumen, si la cosecha retribuye con esos dividendos extraordinarios y se logra mejores condiciones en el acuerdo con el FMI, el Gobierno nacional podría capitalizar esos puntos a su favor, y gozar de cierta tranquilidad en un año electoral.