Juan Carlos Torre es sociólogo por la Universidad de Buenos Aires, doctor en Sociología por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, uno de los intelectuales más reconocidos en el país por sus obras sobre los orígenes del peronismo y quien acompañó la gestión del presidente Raul Alfonsín desde la Secretaría de Planificación y en el ministerio de Economía luego, junto a Juan Vital Sourrouille, hasta el 3 de abril de 1989.
Su presencia en estas páginas va de la mano de su reciente libro “Diario de una temporada en el quinto piso. Episodios de política económica en los años de Alfonsín”, que acaba de editar Edhasa.
Pese a la aridez que podría suponer la lectura de un texto sobre experiencias de gestión económica -y cuyo resultado conocemos-, el libro que se lee de una corrida gracias a la pluma de Torre, es el resultado de un minucioso diario que llevó durante su estadía en el quinto piso de la Casa de Gobierno, allí donde funciona el ministerio de Economía.
Esas memorias -escritas, grabadas, y luego transcriptas con mucha objetividad- fueron ordenadas gracias a las horas de encierro que supuso la pandemia de Covid-19, un tiempo ciertamente muy fructífero creativamente para numerosos intelectuales y escritores.
En sus 540 páginas está todo minuciosamente contado, con la severidad de un registro diario. El inicio del gobierno de Alfonsín con la necesidad de que cada acción tienda a fortalecer la incipiente democracia, las urgentes negociaciones por la deuda con el FMI y con los bancos de Estados Unidos, la euforia del nuevo gobierno hasta el paralizante rechazo a la ley de democratización sindical, el Plan Austral, la asfixiante relación con los gremios peronistas, el exceso de conflicto en la escena política y un partido radical tantas veces más crítico que la propia oposición dicho en palabras del propio Alfonsín: -Hoy me decía un gobernador, que precisamente no es amigo, “Me voy a tener que afiliar al radicalismo para poder putearlo”.
También están las filtraciones periodísticas y la presión de los grandes diarios argentinos por marcarle pautas al Gobierno, la búsqueda de grandes consignas movilizadoras de la sociedad, el frustrado atentado contra Alfonsín en Córdoba, el posible arancelamiento universitario, la propuesta de trasladar la capital a Viedma, las movidas desestabilizadoras de los militares carapintadas, y la idea de Alfonsín de renunciar a la presidencia y convocar a elecciones en 90 días tras la derrota en las elecciones de setiembre de 1987 (PJ 41,4% – UCR 37,5%).
A medida que se avanza llega la hora de la fórmula de la Coordinadora “Caputo-Barros Arrechea” para enfrentar a “Angeloz-Casella” que auspiciaba el presidente y “el reproche larvado que los peronistas renovadores hacen a los radicales: su falta de coraje para cerrarle el camino de la victoria a la candidatura de Menem y así evitarle al país el desastre de un peronismo populista otra vez en el poder”. También la revelación de un Domingo Cavallo operando en la embajada de EEUU para que no se les prestara más plata al gobierno argentino. De 1983 a 1989 de punta a punta.
Hay dos observaciones más que valen la pena señalar. La primera es de estilo: el relato de las memorias está atravesado con una docena de cartas que Torre le iba escribiendo a sus hermanas en Venezuela y París contándoles la realidad argentina. Esas cartas por sí solas valen el libro. Hay en ellas una reflexión profunda, serena aún en el desasosiego general.
La segunda observación resulta del cuadro de diagnóstico inicial del gobierno de Alfonsín, lamentablemente demasiado parecido al actual, pero con los indicadores agravados: Inflación sin precedentes, producto per cápita y producto industrial por el piso, bajo nivel de inversión, un sistema productivo desarticulado, deuda externa exorbitante, altísimos niveles deserción escolar y mortalidad infantil, déficit fiscal, economías regionales desarticulados, “la pobreza emergiendo como problema social en un país con formidables recursos… Y la eterna dificultad de pensar en una política económica sin saber si al cabo de ese ejercicio habrá una autoridad política capaz de llevarla a la práctica”.