El resultado electoral de este balotaje parece cerrar el ciclo que también en lo político refería a un tiempo de transición, a un proceso en pleno desarrollo. Punto final para esa idea en torno a “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”.
¿Quién podría dudar de que algo cambió en el mensaje que dieron las urnas?. Claramente algo murió y algo nació.
Murió una vieja forma de hacer política y nació un nuevo tipo de liderazgo.
Una demostración cabal de esas dos transformaciones es evidente en San Luis.
Bastó que Alberto Rodríguez Saá se pusiera al frente de la campaña del candidato oficialista, Sergio Massa en la provincia para que la sociedad de San Luis le diera un mazazo en las urnas: 68 a 32.
De hecho, fue la tercera provincia en la que peor le fue al oficialismo nacional. Sólo en Córdoba y Mendoza hubo rechazos más pronunciados al ministro de Economía y candidato presidencial, con porcentajes del 74 y 71% a favor del libertario.
Envalentonado tras la derrota electoral de octubre que le permitió colar dos cargos legislativos nacionales, Rodríguez Saá -que deja el gobierno en sólo 19 días- pensó que tendría una nueva chance para que su despedida tuviera un mejor maquillaje político electoral.
No fue posible. Se va a cara lavada.
Fueron cuatro derrotas consecutivas en menos de medio año: la primera, el 11 de junio; la segunda, en las PASO del 13 de agosto; la tercera, en la elección general del 22 octubre; y la cuarta, anoche en el balotaje.
Rodríguez Saá se abrazó a Massa, como a un salvavidas que le permitiera llegar a la orilla con algo de aire.
Pataleaban aquellos dirigentes políticos a los que había entusiasmado con los cargos nacionales que se jugaban con esta elección. No habrá Vialidad Nacional, ni PAMI, ni ANSeS, ni AFIP, ni Enacom, ni Radio Nacional, ni ministerio de Desarrollo Social, ni ministerio de Trabajo, ni innumerables oficinas que serían albergue de resistencia para sus funcionarios y dirigentes.
Fue demasiado peso. Se hundió.
Para entender la magnitud de la derrota hay que decir que el oficialismo perdió en los nueve departamentos de la provincia. No ganó en ninguno. Y hubo diferencias de alto voltaje en regiones como Pedernera, en donde perdió 72 a 27.
El departamento cuya cabecera es la ciudad de Villa Mercedes es por mucho el territorio en donde más daño político ha provocado la ambición que sobrevuela la mesa chica de Terrazas. Los resultados están a la vista.
La diferencia allí fue tan escandalosa que superó al departamento Junín, siempre esquivo al oficialismo. También habrá que reconocer la estrategia que los dirigentes libertarios de Pedernera supieron llevar adelante con mucho sigilo.
Es harto sabido que el peronismo de San Luis exige una reconstrucción desde un recambio generacional y dirigencial absoluto. Algo murió.
El presente y el futuro es un tiempo que exige otras formas de liderazgo, de nuevos liderazgos para nuevos ciudadanos. Hay que estar vivo para advertirlo. Algo nació.