Un silencio pesado

15 de agosto de 2024
3 minutos de lectura
Rodríguez Saá inédito. De civil, por la ex Quintana.

El kirchnerismo de San Luis está nervioso.

El escándalo Fernández – Yañez – Mazzina dejó en evidencia que esos dirigentes eran más kirchneristas que feministas.
Están incómodos y se les nota.

Se les nota a los legisladores, a los dirigentes -silenciosa tripulación del barco que conducía Alberto Rodríguez Saá, “el gobernante sensible” al decir de Alberto Fernández, y la conducción gremial, suerte de mascarón de proa de ese barco, convertida en fuerza de choque.

Legisladores del oficialismo denunciaron que esa conducción gremial de ATE, que alguna vez irrumpió violentamente en la Municipalidad de San Luis, impidió esta semana que sesionara la Cámara de Diputados, lo cual es un hecho gravísimo: se impidió el normal funcionamiento de uno de los tres poderes que configuran el Estado.

Y se impidió la sesión precisamente cuando los legisladores iban a invitar a Ayelén Mazzina a defender su trabajo ante el recinto, es decir explicar qué hizo como ministra cuando -según revela la investigación judicial- Yañez le mostró fotos y le contó sobre las agresiones de las que era víctima.

Como se dijo, están incómodos con la situación planteada a partir de la denuncia de la ex primera dama Fabiola Yáñez contra el expresidente Alberto Fernández, pero particularmente incómodos por el rol que desempeñó Ayelén Mazzina en el gabinete del gobierno de Alberto y Cristina Fernández de Kirchner.

Más, esa turbulencia arrastra a la ex secretaria de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, entonces concejal con licencia, Paulina Calderón.

El bloque legislativo que ella integra a las órdenes de Rodríguez Saá en la ciudad de San Luis se negó a votar en contra de un proyecto de declaración que denunciaba inacción, abandono y destrato por parte de Mazzina.

Calderón defendió esa posición. Y es interesante el argumento.
Dijo, “al final terminamos culpando de un violento a Ayelén Mazzina. A mí, la verdad es que perdemos el foco. En segundo lugar, echarle la culpa a un ministerio que en realidad no fue una decisión de un partido político, kirchnerismo le podés llamar, fue una decisión de los movimientos feministas reclamarle al Estado que existiera una estructura que nos defendiera”.

En realidad, hay que decir que nadie está culpando a Mazzina por lo violento que parece que había sido el ex presidente.
Nadie está culpando a Mazzina porque Alberto Fernández agrediera físicamente y psicológicamente a su pareja Fabiola Yáñez.
A Mazzina es la Justicia la que la investiga. Y la investiga porque no hizo nada. Absolutamente nada para defender a Fabiola Yáñez. Así lo denuncia la ex primera dama.

Y como si fuera poco, en su “autodefensa” Calderón le quitó al kirchnerismo la autoría de una de las pocas banderas que el progresismo sostenía en estos años: la defensa de las mujeres.

Pero hay un actor que se hace el distraído, y sin embargo es el que más expuesto ha quedado, una vez más.
Su nombre es Alberto Rodríguez Saá.
El capitán que iba en el mismo barco de Alberto Fernández.

Rodríguez Saá no ha dicho ni una palabra para repudiar los hechos de violencia que denuncia la ex primera dama de manos del ex presidente que solía tocar la guitarra y cantar en su casa en El Durazno.
Ni una sola palabra.

Tampoco ha levantado la mano para defender a Ayelén Mazzina. No lo hizo después del 10 diciembre, cuando ella volvió al llano, mucho menos ahora que es investigada por la Justicia.
La joven ex ministra puntana, que antes de que su nombre volviera a la atención nacional como protagonista de este escándalo, había pasado al ostracismo, buscaba trabajo -se lo decía a dirigentes locales-, y se mostraba decepcionada por los incumplimientos de las promesas que le había hecho Rodríguez Saá (hay quienes aseguran que hasta le prometió la posibilidad de ocupar un departamento en Buenos Aires para que siguiera viviendo en esa ciudad).

El silencio de Rodríguez Saá lo persigue a todas partes.

El silencio tras los cinco disparos fatales del femicida Juan Carlos Solalinde -ex funcionario suyo- contra Johana Galdeano.

El silencio de la celda en que apareció muerta Florencia Magalí Morales durante el encierro en plena pandemia: su familia y las paredes de San Luis dicen que «nadie se suicida en una comisaría».

Es un silencio pesado.

Tendrá este viernes, en la sede del PJ, la oportunidad de romper ese silencio, de repudiar los hechos de violencia de género que llevaron a la Justicia al ex presidente Fernández.

Allí tendrá la oportunidad de expresar su apoyo a su ex funcionaria, y ex ministra de las Mujeres, Ayelén Mazzina.

Allí estará, como presidente de la Lista Celeste Unidad, preparando su continuidad al frente del PJ puntano.

Allí lo tendrán, cara a cara, los dirigentes peronistas y kirchneristas puntanos, para exigirle un pronunciamiento que maquille un poco tantos moretones.

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