Aquel no sería un día cualquiera. Ese lunes, 12 de setiembre como hoy, pero cuarenta años atrás, en plena campaña electoral, a sólo 48 días de las elecciones, se produjo un giro sorpresivo en el guión con que se empezaba a escribir la historia política e institucional de San Luis en el camino de la recuperación de la democracia.
Ese día murió Briardo Llorente Ruiz. El dueño de una muerte que se lloró varias veces.
La lloraron sus familiares y amigos, como los padres de sus pacientes, que veían en él a un pediatra respetado, querido, irremplazable.
Este puntano, de 70 años, nacido en Fortuna, en el sur provincial, fue un profesional que atendió de bata blanca en los consultorios del antiguo Hospital de San Luis y en el Servicio de Pediatría del Policlínico Regional al que le donó la primera incubadora que hubo en la provincia. Fue él quien impulsó la creación del servicio de neonatología provincial.
Y la lloró la política, que perdió con él a uno de los hombres más valiosos del peronismo, que abrazó la causa justicialista, que fue protagonista de los años de la Resistencia, que fue nombrado delegado Sanitario provincial durante la gestión de Ramón Carrillo como ministro de Salud en la primera y parte de la segunda presidencia de Juan Domingo Perón.
Un dirigente honesto, cabal, que llegó a ser delegado provincial del Movimiento Justicialista entre 1966 y 1968, integrante de la mesa que en 1972 trabajó para el retorno del General al país, candidato a gobernador por una línea del justicialismo ortodoxo en 1973 y secretario general del Peronismo puntano entre 1976 y 1983.
En su extensa trayectoria política lo había visto todo. Si hasta dos meses exactos antes de su muerte, el 12 de junio Llorente Ruiz fue testigo de como un joven dirigente de 36 años, llamado Adolfo Rodríguez Saá, ganaba la interna peronista al vencer a Eduardo Mones Ruiz, para convertirse en el candidato a gobernador de las elecciones que se disputarían el 30 de octubre.
El respeto que se había ganado como profesional y dirigente parecía haberle marcado un camino inexorable. Ese pediatra e indiscutido dirigente peronista que llegó a ser delegado personal de Perón, iba a ser senador nacional por San Luis. Y lo sería junto a otro dirigente de su talla, Oraldo Britos, el histórico e influyente gremialista que murió el jueves pasado y cuya memoria, por estas horas, renace de la mano de incontables anécdotas que lo describen como el gran dirigente que fue.
Llorente Ruiz y Britos eran los hombres elegidos, sin reparos. Un acto de estricta justicia política y peronista.
En aquellos años, la elección de los senadores nacionales se hacía de manera indirecta, es decir que no los elegía la gente con su voto sino los diputados provinciales en una sesión especial. Recién a partir de la reforma constitucional de 1994 se comenzaría a elegir en forma directa con el sistema actual que otorga dos bancas para la mayoría y una para la minoría.
Pero curiosamente, en agosto el Congreso partidario del justicialismo tomó una resolución a la que muy pronto debieron recurrir en pos de otra decisión crucial: el máximo organismo partidario facultó a una Junta partidaria para que “en caso de muerte, acefalía o renuncia -de algún candidato- fuera la encargada de elegir al sucesor del cargo vacante”.
Y entonces, sorpresivamente, un mes después de ese Congreso llegó la muerte de Llorente Ruiz. Fue un giro tan impactante que aún hoy, a cuarenta años, pone a cavilar a quienes escuchan su nombre.
Empezaron los cabildeos, la junta de cinco miembros no logró ponerse de acuerdo para la elección de su reemplazante y le devolvió esa facultad al Congreso Partidario.
Entonces sí se abrió la puerta para que entrara en escena un actor inesperado. Fue el 16 de noviembre. Ese día el Congreso del PJ eligió a Alberto Rodríguez Saá para acompañar a Britos como candidato a senador nacional, en el lugar que dejó Llorente Ruiz.
Habían pasado sólo diecisiete días desde que su hermano Adolfo fuera elegido gobernador por una diferencia de 3.873 votos sobre el radical Carlos Zavala. Y esa parecía ser la clave.
Su nombre se había mantenido guardado bajo siete llaves desde la muerte de Llorente Ruiz; apenas hubo una mención en el vespertino La Opinión en la tarde del 11 de noviembre.
Alberto, postulado para ser senador nacional. Tenía 34 años. Era el hermano del gobernador electo. Su elección no corría riesgo, estaba garantizada por la mayoría justicialista en la legislatura provincial. El camino estaba despejado.
Es que el triunfo del PJ en ocho de los nueve departamentos le permitió al PJ ocupar 17 de las 30 bancas en juego. El radicalismo se quedó con 12 y la restante fue para el MID.
Tanto años después hay quienes arriesgan que, de no haberse producido la muerte de Llorente Ruiz, Adolfo hubiese nombrado a su hermano como secretario general de la gobernación, cargo que finalmente ocupó Miriam Agúndez, integrante de la lista Naranja que había sido derrotada en la interna partidaria. Conjeturas.
¿Fue Adolfo quien postuló a su hermano para la banca de senador nacional? ¿Fue él quién le abrió ese camino? Tal vez la respuesta se encuentre entre los regateos de la palabra de Alberto Rodríguez Saá en una entrevista que le dio al autor de este artículo al cumplirse 30 años del regreso democrático.
“…en el peronismo se arma una terrible interna… -recuerda-. Los dirigentes le piden una reunión a Adolfo, que en ese momento ya estaba liderando y le preguntan ¿quién va a ser candidato a senador?. El pide que no se enturbie esa elección en ese momento, propone que se resuelva después de la elección, con el resultado a la vista. Así fue que llegó el momento después de la elección y se vuelven a reunir los mismos grupos con los mismos candidatos. Yo no estaba dentro de esos candidatos y alguien propone que fuera yo, y dijeron “ah, si es Alberto estamos todos de acuerdo”. Yo me sentí muy bien… no iba a ser ministro de nada, así que de golpe aparecí como candidato a senador”.
En realidad, esa reunión se hizo el miércoles 16 de noviembre en el Hotel San Luis, iba a empezar a las 17, arrancó con dos horas de retraso, a las 19 y con la presencia de 91 congresales. Afuera había quedado una treintena de dirigentes solidarios con la lista Naranja, que lideraba el escribano Mones Ruiz y que impugnaba la postulación de Britos.
La elección terminó con 85 votos a favor de la nominación de Alberto Rodríguez Saá y hubo dos abstenciones, según recrea en su edición el viernes 18 de noviembre el diario La Voz del Sud.
Ambas postulaciones serían aprobadas por la Legislatura el 25 de noviembre, no sin discusión. Ese día, el radicalismo propuso a Carlos Zavala que venía de perder la elección a gobernador, y un dirigente del oficialismo nominó al tándem Britos-Rodríguez Saá, moción que fue aprobada por mayoría y que provocó que el diputado radical Juan Carlos Arnaldi abandonara el recinto.
Esta es la reconstrucción que DePolítica puede hacer de los sucesos que desencadenó el fallecimiento de Llorente Ruiz, a partir de artículos periodísticos y con testimonios de protagonistas de aquella historia.
La vida de Briardo Llorente Ruiz marcó la historia del peronismo puntano, fue uno de sus padres fundadores. También su muerte, clave en la zaga política que llegaría con la primavera democrática.
Así es que tienen gusto a poco las tres escuetas líneas que le dedican hoy en el Diccionario Enciclopédico de San Luis.
Dice: Llorente Ruiz, Briardo. Nació en San Luis en 1912. Fue uno de los fundadores del Movimiento Nacional Justicialista en su provincia y uno de los principales referentes y destacados dirigentes del peronismo. Falleció en su lugar natal, en 1983.
Se cumplen hoy 40 años de su muerte. Todo un golpe de guión en la historia política contemporánea de San Luis.