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Hay responsabilidades que exceden al alma humana. Obligaciones tan desmesuradas que encuentran en su ejercicio los límites de su naturaleza. ¿Con qué palabras se traduce el mensaje que Dios entrega a uno de sus fieles para compartir entre los hombres sin quitarle trascendencia?, ¿de qué herramientas valerse cuando nadie alrededor está dispuesto a escuchar?, ¿cómo no desesperarse, -el que supuestamente ya nada espera-, y caer en contradicciones, excesos y relatos ambiguos después de tanto rumiar palabras que se vacían con el tiempo? Mildomio Adames es un hombre común atravesado por estos dilemas. Y por la gracia de hablar personalmente con Dios.
En 1.998 tuvo su primera revelación, y al igual que en muchos casos como la Biblia testimonia, también su prueba de fe. La secuencia es la siguiente: Dios lo manda a llamar con la Virgen y luego de un arduo e inhumano esfuerzo llega a un templo único en dimensiones y belleza donde Jesucristo y sus ángeles lo aguardan. Jesucristo le tiende la mano y le dice que vuelva y camine, “y vas a esperar el día en que yo te dé señales, para mi mensaje que es que tú vas a salvar a la tierra. Luego me dijo “Ahora vete”, yo le dije ¿Señor pa´ donde me voy?, me dijo “Abre esa puerta”, y cuando abrí la puerta la distancia era del cielo a la tierra, yo le dije ¿Señor yo no puedo irme por aquí, es solo un vacío?, me dijo “Lánzate”, y yo le dije ¡Señor!, “Te ordené que te lances”, y yo me lancé y venía así derechito y caí sobre las aguas del mar, salí caminando sobre las aguas del mar y luego caí a tierra”.
Cuando abre los ojos está desconcertado. Es razonable, nadie se despierta y procesa a ligeras una experiencia sobrenatural como algo posible. Duda. ¿Es un sueño o es el producto de la imaginación de un hombre que desde chico profesa una fe inquebrantable? Sin embargo, algo en su interior se va consolidando con el paso de los días. Cuenta lo sucedido con insistencia y como puede. Su esposa se cansa, “me reprocha que, en lugar de haber escuchado un mensaje de Dios, mejor la escuchaba a ella”. Lo abandona. Al igual que aquella mañana cuando, con apenas 10 años, su padre lo ata a un caballo y lo arrastra por vados y ríos con la intención de matarlo, hasta recurrir al filo del cuchillo que hunde al costado de su ombligo todo arañado, Adames vuelve a quedar solo en el mundo. ¿Pero qué puede impresionar o doblegar a un hombre que ahora habla con Dios y está señalado a salvar el mundo? Su oficio de ebanistería le ofrece los rudimentos necesarios para construir su primera cruz. Más de tres metros de alto de madera sólida. Suma un atuendo de bermuda y camisa de completo verde para terminar de conformar su mensaje de esperanza. Empieza la época de peregrinación. Une pueblos de capillas a capillas, de hospitales a hospitales. La gente que lo cruza en sus automóviles se sorprenden con la imagen de un hombre alto y delgado que carga una cruz imponente sobre sus hombros o cabeza. En su camino da muestras de una fuerza inhumana y una resistencia estoica mientras el sol abrasador cae sobre su cabeza. Alguien lo detiene. Él habla en nombre de Dios.

En el año 2.013 una nueva revelación lo obliga a caminar. En el mástil de su cruz escribe con una letra desigual el sentido de sus viajes. En el palo vertical se lee, “En el nombre de Dios peregrino los 4 puntos cardinales”, en el horizontal, “La reelección de Danilo”, en clara militancia al presidente Danilo Medina quien aspira a un nuevo mandato. Esta vez la revelación ocurre en la Loma Mariana La Chica, ubicada en la localidad de Villa Altagracia, República Dominicana, donde ha transcurrido su vida desde el día que nació. Algunos programas de radio y televisión reparan en su figura, pero su imagen es todavía desconocida para la gran mayoría. Argumenta que Dios le ha dicho que el presidente será reelegido y que solo él con su poder puede proteger la cristiandad del país con las directivas que le comparte. Sufre la levedad de la política y sus cartas que no son respondidas se traspapelan en oscuros pasillos burocráticos. La agricultura, la ebanistería y algunos creyentes ocasionales completan sus días sin saber que todos sus pronósticos sobre el fin del mundo están por confluir finalmente. Dios se le presenta nuevamente envuelto en fuego y luz: “Luego hablándome me decía que nadie que viviera resistía viéndolo, pero yo iba a resistir porque iba a llevar un mensaje de una gran enfermedad que iba a venir a la tierra del mundo, que fuera donde el cantante Fernando Villalona y que le diera a conocer ese mensaje, y también al palacio presidencial sobre esa enfermedad que iba a azotar al mundo”. Ni el presidente, ni el cantante lo escuchan. Pero palabras como oscuridad, castigo, plagas, enfermedad, e infierno se llenan de pronto de significado. El Covid-19 azota todos los puntos de la tierra y la muerte es un enigma. Adames tiene su propia epifanía. Este es el momento para el que se ha preparado, ahora es cuando debe salvar al mundo.
El domingo 26 de abril del año 2.020, Mildomio Adames, “el peregrino”, ingresa a la localidad de Puerto Plata para cumplir el mandato divino de plantar la cruz en las aguas del mar y “limpiar” a la República Dominicana y el resto del mundo del coronavirus. El recorrido, que se ha iniciado hace 8 días, encuentra a las autoridades y al pueblo dividido. Pese a la amenaza de sanciones de las autoridades nacionales, el alcalde de Puerto Plata apoya el cortejo popular con la guía de una autobomba, ambulancias y la policía municipal. El obispo no reconoce la procesión e insta al pueblo a mantenerse en sus hogares, pero los párrocos lo bendicen en sus iglesias a su paso y le dan cobijo. El partido opositor, escéptico, señala al gobierno que el refugio en las creencias religiosas de esta índole se debe al temor y la incertidumbre ante la falta de un plan sanitario nacional. Los medios de comunicación registran su camino a medida que atraviesa localidades. Son 232 kilómetros desde Santo Domingo hasta Puerto Plata con la cruz sobre su espalda. Son días de sacrificio, penitencia y milagros. Adames refiere el caso de una mujer “tullida en silla de ruedas” que se levanta y camina después de su contacto y le obsequia una Biblia antigua. En cada parada la gente lo acompaña. Con paciencia y reverencia lo escuchan. En todas las ocasiones se repite amén cuando asegura que desde el lunes el país y el mundo estarán libres del coronavirus. Para muchos es intolerable. En las plataformas digitales los haters hacen sentir su rabia: “El dominicano se deja engañar fácil, ese peregrino debiera estar preso”, “Versión dominicana de «El Flautista de Hamelin». 🤦♀️😤😤, “Cuanta ignorancia mi hermano, usted salva su país quedándose en su puta casa, no lanzando una cruz al mar. COÑO”. Sin embargo, a medida que más avanza, más gente lo acompaña. Una multitud de cientos de creyentes desafían la enfermedad, sus propios miedos, las restricciones gubernamentales y los protocolos de prevención. La mayoría camina a sus espaldas, otros zumban con sus ciclomotores en derredor y unas jeepetas cierran la caravana. Es el día. Playa Camacho es el lugar elegido. Adames ingresa lentamente con la cruz sobre su cabeza. La bandera dominicana se sacude atada al brazo izquierdo del madero. La multitud lo rodea con las manos en alto en señal de agradecimiento y la sirena de los bomberos que no cesa añade tensión a la algarabía. En el agua fosforescente algunos fieles aguardan arrodillados el momento. Los celulares graban cuando los pies tocan el agua, cuando se agradece con la oración, cuando se gime perdón y misericordia, cuando la cruz que pesa alrededor de 40 kilogramos y lleva la inscripción: “2.019-2.020 – Por la venida de Jesucristo”, es apoyada en la arena y humedecida por las aguas.

En los días siguientes Adames atiende a la prensa nacional. Programas enteros dedicados a su obra. Relata una y otra vez la revelación en la loma y el descredito de las autoridades y la población a sus palabras. Asegura que el coronavirus ha terminado. Aparecen videos donde muchos han visto lo que él ve. Un hombre lo filma desde el auto con la cruz a cuesta y gira el celular al cielo donde dos nubes, en señal divina, se entrecruzan dibujando otra cruz que lo guía desde el cielo. Otros se burlan con poca imaginación. En la Cachicha tv un columnista dispara: “Dos preguntitas. Uno, ¿usted está consciente que puede ser sometido a la acción de la justicia por lo que ha hecho?; y segundo, ¿a usted no le ha extrañado que Dios le hablé y no le haya podido dar los números del loto?” Adames no toma ninguna agresión a título personal. Responde siempre su fe: “Señor, los anticristos tienen mucho dinero, porque donde empiezan los anticristos a romper la sociedad del mundo, es con dinero”. En relación a los posibles apremios de la justicia pone cada cosa en su lugar, “dar el Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Todo el país lo conoce. Los controles sanitarios se agudizan y las calles se vacían, el coronavirus continúa sumando muertes y los días de atención se disipan. Los creyentes lo visitan en su casa. Con su estilo precipitado anuncia días de oscuridad y enfermedades con la seguridad de quien predice que va a llover. Relata milagros. Alguien consigue que le cuente de un día de 2.012 en que Dios le anuncia que un ciclón está por formarse y que si el vuelve a la loma el día previo a su llegada logrará desviarlo con su mano. A veces confiesa encuentros nunca manifestados. Sucede que un día Jesús lo había buscado en su casa, “el cielo se abre ahí donde sale el sol, ahí veo donde Jesucristo viene a mi propia casa y me ordena el mensaje, y luego me dice “encamíname, que yo me voy”, luego lo encamino como un kilómetro, extiende su mano derecha hacia donde sale el sol y entra”. Mildomio Adames tiene 61 años y vuelve cada tanto al lugar de encuentro con Dios, la Loma Mariana la Chica, en Villa Altagracia. Ayuna tres días y ora. Aguarda en silencio. El Peregrino, como todos lo conocen, sabe que Dios le hablará. Mientras el país se debate entre si es un farsante o un líder espiritual, él vuelve a cargar la cruz sobre su cuerpo y declara: “Yo solo soy un profeta que cumple con hacer lo que Dios le manda”.
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