El Bicentenario del Combate de Las Leñas y el exilio del Presbítero José de Oro en San Luis

por 21 de noviembre de 2025
Salvador María del Carril y el Presbítero José de Oro. Gentileza Guillermo Collado Madcur.
Por Guillermo Genini.
Integrante del colectivo Historiadores de San Luis.

El pasado 9 de septiembre se cumplieron 200 años del Combate de Las Leñas, que tuvo lugar en esa localidad de Pocito, en la provincia de San Juan. Este enfrentamiento, uno de los primeros de tantos que hubo durante las guerras civiles argentinas del siglo XIX, sería algo ajeno a la historia de San Luis, salvo porque, como parte de sus consecuencias, se produjo el exilio y permanencia en San Francisco del Monte en la jurisdicción de San Luis del Presbítero José de Oro, y posteriormente de su sobrino Domingo Faustino Sarmiento, entre 1825 y 1826.

Para ensayar una explicación adecuada sobre este hecho de gran trascendencia histórica, es necesario abordar un contexto completo que implica vincular la realidad que vivían en la década de 1820 las tres provincias cuyanas, San Juan, Mendoza y San Luis. Esto nos permitirá ampliar la mirada a una dimensión regional sobre un hecho histórico de gran significación simbólica y cultural, que se celebrará en nuestra provincia el año próximo, y que algunos aficionados a la Historia atribuyen equivocadamente al enfrentamiento entre unitarios y federales.

Cuando el propio Sarmiento en su conocida obra “Recuerdos de Provincia” hace mención de este hecho, describe la situación por la que debió pasar el “presbítero militar”, como lo definió alguna vez a su tío. Sostuvo: “Después de la batalla de las Leñas, en que los suyos fueron vencidos, don José de Oro emigró a San Luis, y fui yo a poco a reunírmele, abandonando la carrera de ingeniero que había principiado. Nos queríamos como padre e hijo, y yo quise seguirlo, y mi madre por gratitud lo aprobaba”.

El uso del término “emigró” oculta que en realidad su tío fue desterrado o expatriado a San Luis, y, sobre todo, los motivos de esa expulsión de San Juan. Para conocer las poderosas razones que llevaron a Sarmiento a disimular estas circunstancias hay que tener en cuenta que tanto el Presbítero Oro, como el gobernador de San Juan por aquellos años, Salvador María del Carril, eran liberales, y que el antagonismo que tuvieron ambos en la política sanjuanina a raíz de la sanción de la Carta de Mayo en julio de 1825, creó en el joven Sarmiento un conflicto interno de difícil resolución, evento que se vio reflejado en su virtuosa pluma en escritos posteriores.

En sus Obras Completas puede leerse en varios pasajes que su tío era un católico liberal, pero opuesto a Del Carril, seguidor de la política anticlerical de Bernardino Rivadavia que se implementó en Buenos Aires: “Yo fui educado por un sacerdote liberal, adversario de Rivadavia” (O.C., tomo 52, p. 303), y cuando se refiere a su tío sostuvo que “su oposición católica liberal a la política innovadora del doctor Salvador María del Carril, quien fue depuesto por un motín de la guarnición y restablecido por fuerzas de Mendoza, al mando de los hermanos Aldao, liberales entonces”, refuerza esta circunstancia, que por azar de la Historia lo llevó a San Luis.

Salvador María del Carril fue electo gobernador de San Juan a comienzos de 1823. Su figura se alineó de inmediato con la política liberal del porteño Rivadavia, incluyendo su acción en contra de las órdenes religiosas, a las cuales suprimió y expropió sus bienes inmuebles y rentas. Ello implicó la supresión de los conventos, en especial de los dominicos. En San Juan, esta acción en contra de una de las instituciones más importantes y tradicionales de la sociedad hispano-criolla causó un encono poco disimulado. Este ataque afectó directamente a la familia de Sarmiento, puesto que su madre era ferviente seguidora de la Orden de Santo Domingo, al punto de llamar a su hijo Domingo, aunque ese no era su nombre real.

Cuando Del Carril sancionó la Carta de Mayo, una declaración liberal de derechos del ciudadano que establecía la libertad de cultos y la separación entre la Iglesia y el Estado, en julio de 1825, la oposición a su contenido se transformó en un reclamo de vastos sectores de la sociedad sanjuanina encabezada por monjes y sacerdotes católicos, entre ellos el Presbítero José de Oro, que veían como una afrenta su sanción y vigencia. Pese a numerosas quejas y reclamos, transformadas pronto en advertencias de rebelión, el gobernador sanjuanino siguió adelante con su plan de reformas de inspiración rivadaviana, confiado en el apoyo de la Legislatura y las fuerzas militares provinciales.

En un ambiente de gran tensión y profunda división interna de los sectores propietarios, el 26 de julio de 1825 se sublevó parte de las tropas de milicias en el Cuartel de San Clemente, que tomaron por la fuerza la capital provincial. Los milicianos sublevados capturaron a Del Carril, ordenaron quemar la Carta de Mayo y disolvieron la Legislatura y el Poder Judicial. Los partidarios de Del Carril se organizaron e iniciaron una esforzada resistencia armada, primero en la ciudad y luego en Angaco. Los sublevados eligieron como gobernador provisorio a Plácido Fernández Maradona, quien contó con el apoyo de los sacerdotes católicos que instigaron el levantamiento, entre ellos el Presbítero Oro.

El gobernador Del Carril se vio forzado a renunciar, y tras un acuerdo transitorio firmado el 6 de agosto, fue puesto en libertad a cambio de desarmar las fuerzas que lo apoyaban. Pocos días después concertó su partida como expatriado a Córdoba, pero se dirigió a Mendoza, en donde sus partidarios comenzaron a concentrarse con el objetivo de retornar al gobierno. De inmediato denunció las violencias de las que había sido víctima y solicitó a los gobiernos de Mendoza, San Luis, La Rioja, Córdoba y al Congreso General reunido en Buenos Aires apoyo para recuperar el poder.

Ante esta situación, el gobierno provisional de San Juan, sobre todo por medio del Ministro de Gobierno, el Presbítero José Manuel Astorga, organizó la resistencia de sus fuerzas ante la inminente intervención que se gestaba en Mendoza. En esa provincia, la Legislatura y el gobernador Juan Correas, tras algunas vacilaciones, decidieron apoyar la restitución de Del Carril, con el compromiso de que San Juan pagaría el costo de la expedición. Para ello movilizaron las fuerzas militares mendocinas al mando del Coronel José Aldao, secundado por sus hermanos, el ex fraile José Félix Aldao y Francisco Aldao. Junto a ellas marchó la Legión Auxiliar, integrada por emigrados sanjuaninos, incluido el propio Del Carril a comienzos de septiembre de 1825.

Fracasadas las negociaciones para evitar el enfrentamiento armado, el encuentro se produjo el 9 de septiembre en el sitio de Las Leñas, en Pocito, a escasos kilómetros al sur de la ciudad de San Juan. Es por ello que también se conoce a este combate como la Primera Rinconada de Pocito. Las tropas sanjuaninas a última hora sufrieron la deserción en un confuso episodio de su comandante el Coronel Manuel Olazabal, por lo que el propio Presbítero Astorga debió dirigir el combate. Superadas por una dirección militar veterana y el mejor armamento de las fuerzas de Aldao, tras varias maniobras, las tropas de infantería y caballería sanjuaninas se desbandaron al mediodía y huyeron hacia la ciudad. Dejaron en el campo de combate varios muertos, más de 200 prisioneros y todo su equipamiento.

Ante la desastrosa derrota de los defensores, las tropas mendocinas y los emigrados sanjuaninos ocuparon rápidamente la ciudad, atrapando a los cabecillas de la rebelión, entre ellos al Presbítero Oro. De inmediato se restituyó la Legislatura y el 12 de septiembre ante ella, Del Carril reasumió el gobierno, para renunciar de inmediato. La ingrata tarea de reprimir y hacer justicia con los alzados, acción que el gobernador renunciante no quiso asumir, estuvo a cargo de José Navarro, Presidente de la Legislatura, elegido como nuevo gobernador para completar el período.

A Navarro le cupo tomar las primeras medidas contra los vencidos: multas y contribuciones forzadas sobre los bienes de los cabecillas del movimiento de 26 de Julio para pagar a las tropas mendocinas, cárcel para algunos de ellos y el inicio de los procesos penales por sublevación, traición, resistencia armada y otros graves cargos. El juzgamiento fue breve y sumario, dando como resultado la culpabilidad de todos y la pena de muerte para varios de ellos. Pero, ante la súplica de gran parte del vecindario, el 16 de septiembre de 1825, y al amparo de las facultades extraordinarias otorgadas por la Legislatura, Navarro condonó la pena de muerte por destierro y confiscación de sus bienes. Según Horacio Videla, ese día se decretó que el Presbítero Astorga “saldrá desterrado para el Estado de Chile, quedando todos sus bienes concedidos a favor (confiscados) del erario público. // Saldrán asimismo desterrados para el mismo destino Don José de Oro, Don Juan José Robledo y Don Manuel Torres” (Videla, tomo 3, p. 671).

El destierro del Presbítero Oro, sin embargo, cambió el destino. Desconocemos los motivos de tal medida, pero es posible suponer que, pasado el encono inicial, se suavizara el castigo de los condenados. Algunos indicios sugieren que estando en Mendoza, ya camino a Chile, el gobernador Navarro permitió que el destierro se cumpliera en San Luis, jurisdicción donde ambos habían compartido el confinamiento en 1819 y 1820. Cabe recordar que Oro se enfrentó políticamente con el Teniente Gobernador de San Juan, José Ignacio de la Roza, en 1818. A raíz de ello, fue desterrado a San Luis, en donde permaneció hasta comienzos de 1820, cuando huyó de La Carolina a San Juan en cuanto supo del derrocamiento y expulsión de De la Roza.

De esta manera, el Presbítero José de Oro inició su segundo destierro en San Luis a fines de 1825, debiendo cumplirlo en esta ocasión en San Francisco del Monte, en lugar de la ciudad de San Luis y La Carolina, como en la primera ocasión. Cabe suponer la anuencia para ello del gobierno de Santos Ortiz, ya que se le permitió la administración de los sacramentos en esa población.

Según se ha podido precisar, lejos estuvo en el origen de la expatriación del Presbítero Oro en San Luis el largo conflicto entre unitarios y federales, sino que estuvo vinculado directamente a las disputas internas entre los sectores propietarios sanjuaninos, enfrascados en amargas y sangrientas rencillas religiosas. Bajo estas extraordinarias circunstancias se produjo la partida del joven Domingo Faustino Sarmiento de San Juan, con la anuencia de su familia de profundas creencias católicas, para acompañar a su amado tío “sacerdote liberal” en su exilio puntano.

 

Fuentes y bibliografía

BELIN SARMIENTO, Augusto (Editor). Obras completas de Sarmiento, tomo 52. Buenos Aires, Márquez, Zaragoza y Cia, 1902.

HUDSON, Damián, Recuerdos históricos sobre la provincia de Cuyo 1808-1875, tomo 2. Buenos Aires, Imprenta de Alsina, 1898.

LARRAIN, Nicanor, El país de Cuyo. Buenos Aires, Imprenta de Juan Alsina, 1906.

SARMIENTO, Domingo Faustino, Recuerdos de Provincia. Santiago, Imprenta de Julio Belin, 1850.

VIDELA, Horacio, Historia de San Juan, tomo 3. Buenos Aires, Academia del Plata, 1972.

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