Fernández y Rodríguez Saá, ambos navegan en aguas turbulentas.

La verdad es que vengo a San Luis a subirme a tu barco, y a hacer mejor San Luis. Y a acompañarte Alberto. A eso vine a San Luis. A eso vengo.

Eso le dijo el 28 de setiembre pasado en un Salón de la Puntanidad colmado de funcionarios, el presidente Alberto Fernández al Gobernador Alberto Rodríguez Saá.

Fue una tarde en la que se empalagaron de elogios, y en la que los Albertos confirmaron una relación que va más allá de lo estrictamente institucional. Ese día Fernández reveló que había comido asado y tocado la guitarra en El Durazno, en un encuentro íntimo.

Como si tantos reconocimientos vinieran a saldar con complicidad un guiño histórico: si Alberto Rodríguez Saá no hubiese insistido con aquella idea de “Hay 2019” tras la cual se encolumnó el kirchnerismo para resurgir con la fórmula Fernández-Cristina, quien sabe si Alberto Fernández sería hoy el presidente de Argentina.

Esa relación tan estrecha abrió la posibilidad de que Fernández tomara prestados para el gabinete nacional a varios funcionarios provinciales, entre ellas la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Ayelén Mazzina.

Más en diciembre, Fernández volvió para conocer la réplica del Cine Teatro San Luis y entregar viviendas junto a Rodríguez Saá en Villa Mercedes.

“¡Está el presidente de los argentinos! ¡Qué lindo que esté acá con nosotros! ¡Gracias por venir, por coordinar con la Provincia y por este plan de vivienda!” le dijo el Gobernador a los vecinos.

Ese día, juntos, bautizaron al nuevo barrio con el nombre de Unión, una palabra que quedó en la cabeza de Rodríguez Saá y con la que hoy se identifica el lema electoral del Gobierno: Unión por San Luis.

Ese es el nivel de intensidad de esa relación que hoy, a 21 días de la elección a Gobernador de San Luis, Rodríguez Saá intenta desconocer porque siente que lo arrastra hacia abajo.

Sólo así se entiende la instrucción que impartió esta semana a través del comando de campaña que guía los pasos de Jorge “Gato” Fernández para mostrarse lejos del gobierno nacional.

La idea se montó sobre dos sobreactuaciones.

La primera. Se llegó a gestionar una entrevista en Crónica TV para que Fernández, como candidato a gobernador del oficialismo, expresara la preocupación por los índices inflacionarios.

La segunda. Un apagón voluntario -que sólo acataron los organismos del Estado provincial y municipales que conduce el oficialismo-, que pasó desapercibido más allá de la cantinela de los medios oficialistas, y que sólo logró el objetivo de viralización a fuerza del tono burlesco con que se hizo meme.

“La inflación es un tema complejo que nos viene acompañando hace mucho tiempo y si el apagón ayuda a visibilizar el problema, bienvenido sea” dijo el ex legislador Enrique Elorza en una entrevista con el periodista Mario Otero, en su programa “Nada Secreto” en Radio Universidad.

También es cierto que no hace falta un apagón para visibilizar el destrozo que causa la inflación, y eso es lo que te cuenta cualquier vecino que vio como sus ingresos de deterioraron un 30,1% en los primeros cuatro meses del año según los datos de la dirección de Estadísticas y Censos de la provincia.

Así es que la idea del apagón sólo admite ser leída en el contexto de un escenario electoral muy complicado para el oficialismo provincial que busca despegarse, desesperadamente, del también complicado frente electoral nacional que gobierna.

 

Esta página exhibió esta semana encuestas que revelan que la imagen del gobierno nacional, cuyo capitán comparte barco con Rodríguez Saá, está en un abismo negativo del orden del 72,8% entre los puntanos.

Y que el Gobierno de Rodríguez Saá tiene mejor consideración entre quienes votaron por el kirchnerismo. Esos sondeos revelan un fuerte componente K entre quienes hacen una positiva evaluación del gobierno provincial.

Atados con doble nudo.

 

Esas encuestas de TresPuntoZero, la consultora que dirige Shila Vilker adelantaron una tendencia muy favorable para el candidato del lema Cambia San Luis, Claudio Poggi, y su difusión, a través de esta página tuvo una fuerte repercusión al punto de convertirse por mucho en el artículo más visto en lo que va del año.

Los números confirmaron certezas y sospechas.

Entre la oposición, porque sus dirigentes dicen que nunca se sintieron con esta confianza, aún cuando falta mucho por trabajar; y entre los hombres del oficialismo porque intuyen que hay un clima enrarecido, como un mal presagio.

Viste las cabras, son rumbeadoras -le dice un experimentado dirigente oficialista del departamento Belgrano a esta página- y me parece que una vez que se inclinan para un lado es difícil volver a traerlas”. Es eso lo que huelen algunos dirigentes del oficialismo que no ocultan su preocupación por lo que están viendo.

En ese sentido se expresaron algunos de los cientos de dirigentes que esta semana se quejaron porque los hicieron viajar varias horas, desde sus pueblos hasta la sede del Partido Justicialista en la ciudad de San Luis, sin decirles para qué era la convocatoria. “Nos levantamos a las cinco para estar temprano en San Luis, vinimos con mucha expectativa, y resulta que la reunión sólo duró 9 minutos y era para decirnos que hiciéramos un apagón de luces”.

Unos días antes la escena se había repetido. Un llamado sorpresivo a todo los candidatos. Esa vez la consigna fue militar en las redes y que le dieran Me Gusta a cada publicación que se hiciera en la cuenta de Gato Fernández. En ese encuentro, Miguel «Micky» Berardo, no supo qué contestarle a un dirigente de Merlo que lo hizo poner pálido cuando le preguntó: ¿Y vos de qué te reís, cuál es el motivo de tu risa?

Mientras, muchos de ellos, siguen esperando que Terrazas bajé la plata para hacer campaña. Es que la movilización política es muy costosa y no todos tienen para llenar un tanque de nafta para salir a recorrer un pueblo en los que los lamentos de los vecinos y las necesidades se multiplican en cada parada. Hay riesgo de un desánimo contagioso, desmovilizador.

Claro que la carencia de recursos no afecta a los funcionarios de Terrazas. Esta semana por caso, el ministro de Desarrollo Social, Nicolás Anzulovich se lució en Instagram posando con su nueva moto, una KTM 1190 que por lo bajo cuesta 40 mil dólares. “Vendemos felicidad, ¿Qué esperás para darte ese gustito?”, fue el mensaje con el que la concesionaria le agradeció la millonaria compra.

 

Las miradas de los candidatos oficialistas apuntan el reclamo del desembolso al ministro de Gobierno, Fabián Filomena.

Dicen que fue él quien se comprometió con el financiamiento de las campañas y a 21 días de la elección está el pescado sin vender.

Es el mismo ministro político que se notificó, a las corridas, en vivo y en directo de la renuncia del Vicegobernador Eduardo Mones Ruiz a la candidatura como juez del Superior Tribunal de Justicia.

El que quedó envuelto en un escándalo tras la salida de dos jueces –Carlos Cobo y Martha Corvalán (se habla de la existencia de un audio comprometedor)-, y en otro, por ser ministro y trabajar en el sector privado; y en otro porque su estudio profesional quedó vinculado al cobro de tasas judiciales.

Y era él, el ministro Filomena, quien debía cuidar a Toti Videla, la figura más valiosa que podía exhibir el oficialismo en términos electorales en la ciudad de San Luis, más allá de la postulación del propio intendente Sergio Tamayo.

Su aporte era extraordinario en el sentido de que colectaba voluntades electorales que, a partir de su reconocida gestión en Juana Koslay, ninguno de los otros candidatos oficialistas podía reunir.

Filomena, como ministro político del gobierno era el responsable del tejido legal que le permitiera a Videla ir por la intendencia de la ciudad de San Luis.

Por eso su renuncia a la candidatura fue de un enorme impacto en el oficialismo. En esa decisión, según la palabra del propio Videla que reproduce el sitio San Luis 24 del periodista Eduardo Olivares, hubo más de desidia de los propios que fuerza de la oposición.

Alcanza con un par de textuales de Toti Videla para entenderlo:

“el nivel de improvisación fue muy grande”.

“si no me acompañaron, si no cumplieron, será problema de ellos”.

“no me llamó nadie del PJ… excepto el Gato”.

Nuevamente enfocado en Juana Koslay, Videla organizó este viernes un Foro para hablar sobre seguridad junto a vecinos y especialistas. “No hay mal que por bien no venga”.

A todo esto en Villa Mercedes la interna explotó al punto de que nadie puede garantizar que los concejales del oficialismo no acompañen con su voto un eventual proceso de destitución del intendente Maxi Frontera. Ese es el nivel de locura del oficialismo en esa ciudad.

Y ese es el nivel de desorden en el armado político que muestra el Gobierno a 21 días de las elecciones.

Prueba de ello es que ninguno de los candidatos oficialistas tiene los spots publicitarios televisivos o radiales para hacer campaña porque el responsable de esa tarea se olvidó, se colgó, se comió la curva.

El apoderado no compartió esa información a los equipos de comunicación y hoy viernes 19 de mayo el único que tiene piezas publicitarias es Fernández.

De ese desorden no se salvan ni los ámbitos académicos.

Esta semana fue el intendente de La Punta, Martín Olivero el que lo dijo sin eufemismos. “Lo único verdadero que dice Alicia Bañuelos es que Poggi va a ganar, pero la única que va a perder el trabajo es ella”.

Ese textual fue parte del durísimo cruce en los medios que el candidato a senador del poggismo en Pueyrredón disparó contra la rectora de la Universidad de La Punta denunciada por alumnos y profesores por apretarlos exigiéndoles que voten al candidato oficialista bajo el argumento que si gana Poggi van a cerrar la universidad y todos se quedarán sin trabajo.

Es decepcionante que ese sea el nivel y el tono de la campaña en un ámbito académico.

Entre tanto barullo, quién podría reclamarle al intendente de Justo Daract, Alfredo Domínguez que deje de darle Me Gusta a las publicaciones que hacen candidatos de la oposición en su pueblo. Alguien debería ayudarle con el manejo de sus redes.

Mientras, el Gobernador hace una gira por los medios en la que reconoce la posibilidad de una derrota, y se muestra más interesado por recrear su anecdotario personal y por la imagen que vaya a quedar de él, que por la suerte electoral de sus candidatos. Es un relato tan antiguo que pocos deben poder entender de qué está hablando.

Un capítulo aparte para cuando, en el medio de cada una de esas entrevistas, recrea una suerte de diálogo que dice haber tenido con Gato Fernández en los últimos días. Es de lo mejor.

Como un tatarabuelo, si hasta da ternura cuando dice que él no está muy de acuerdo con tal o cual propuesta de Gato Fernández, pero que las respeta, como si fueran cosas de estos nuevos tiempos.

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