Hace 11 meses la humanidad vive una situación extraordinaria nunca pensada, nunca experimentada, la aparición del Virus mortal COVID-19, originario de China, sorprendió al Mundo. Seguíamos por los medios de comunicación y redes sociales como se expandía en un principio por Asia, Europa posteriormente por América del Norte y México, rápidamente llego a nuestro continente y se irradio velozmente, a pesar de las medidas de prevención, primero en la centralidad del País y luego en el interior, generando una psicosis en la población y un gran desafío en los ámbitos sanitarios y de Poder, con un gran interrogante…
Cómo actuar ante un enemigo desconocido y letal?
La sociedad actuó racionalmente, a mediados de Marzo surgen los primeros datos estadísticos en nuestro país, indicando que el Virus esta entre nosotros, las comunidades Nacionales, Provinciales y Municipales delegan en sus Autoridades el Poder absoluto, la toma de decisiones sobre cómo actuar, que hacer y que no hacer, lo permitido y lo prohibido, aun a costo de ceder libertades y derechos priorizando la salud y la vida. Las comunidades buscaron la protección de los Estados sometiéndose decisiones fundadas en la experiencia adquirida, en la actuación de Países del primer mundo que combatieron el Covid-19 con antelación a la llegada a nuestra región.
Han pasado 250 días de aislamiento y encierro, de cumplir normas y protocolos, de inactividad social y económica, de distanciamiento físico y social, pero también de traslado de decisiones sobre nuestros derechos y libertades. Cuando miramos hacia atrás, nos preguntamos, quienes tenían el poder de decisión tomaron las medidas correctas? valió la pena? Como sociedad organizada, cuánto tiempo más debemos recibir directivas y no hacernos cargo de cuidarnos y tomar las decisiones de prevención y cuidado. Las decisiones deben ser personales, hacernos cargo y ser responsables.
Hoy, la sociedad es otra y en San Luis se expresa, algunos focos de rebeldía en pueblos del interior donde vecinos se animaban a sacar a pala y mano terraplenes que impedían la libre circulación, el conflicto se extendió a puestos limítrofes (donde tuvo que mediar Nación) cortes de ruta y amenazas de desabastecimiento, comerciantes auto convocados hicieron oír sus broncas y dolores, los días pasaban y dejaron en manifiesto un Gobierno sin capacidad de reacción.
Con un año calendario educativo vacío, sin planificación ministerial y con una única acción, clases virtuales que generan más exclusión que inclusión, en los últimos días, los padres de las promociones también se auto convocaron en defensa de los derechos de sus hijos, reclamando un acto de colación y logrando mucho más, como fiesta de Egresados y Pago de Estampillas, ante un estado que reacciona bajo presión, con funcionarios sin experiencia, de marcada tibieza y con profundas contradicciones entre lo que se dice y lo que hace.
Los estudios de las ciencias políticas y la neuro ciencia indican que la nueva manera de medir la satisfacción de la población es por grados de felicidad, debemos preguntarnos ¿qué marca en un individuo o en una sociedad este sentimiento? Las respuestas son simples, la libertad, la seguridad, la certeza y la garantía de sus derechos.
En San Luis, hoy, no hay certeza, no hay planificación, no hay un equipo preparado, eficiente y con experiencia pensando y planificando el día después, la post pandemia.
Pusieron en pausa el futuro y esto genera dos claros sentimientos en los ciudadanos.
Y un día, mismos ciudadanos que le confiaron el poder en la toma de decisiones, transformaron la confianza en demanda y luego con acciones de rebeldía les hicieron saber que equivocaron el camino, hoy lo que expresa la sociedad son sentimientos de ira y de miedo.
La ira, es una emoción, que se expresa a través del enojo, la irritabilidad, reclamos, marchas, caravanas, bocinazos, cortes de ruta, un constante reclamo a la toma de decisiones, por medidas razonables, con criterio, sensatas con sentido común y humanas pensadas en la salud en su amplio sentido, física y mental, de quienes no pueden trabajar, de quienes no pueden estudiar, de los que no pudieron darle el ultimo abrazo a sus familiares, de los que les falto un plato de comida en su mesa.
El miedo, es un sentimiento de desconfianza, impulsa a creer que ocurrirá lo contrario a lo deseado, miedo a perder la salud y la vida, pero también a perder el trabajo, a perder años de esfuerzo emprendedor, a perder los estudios y las posibilidades de aprendizaje, miedos que genera no saber a dónde vamos, salvo que aparezca la vacuna y encienda la luz de esperanza.
Necesitamos transitar el camino de las Certezas, transmitirle a los ciudadanos mensajes esperanzadores, elaborar un plan sobre la nueva normalidad, adaptado a la realidad social, cultural y política de nuestra región, tener una economía solidaria, un turismo planificado y sostenible que garantice normas de seguridad sanitaria, una activa participación académica y científica de nuestras universidades, incentivar y promover la productividad, elaborar y desarrollar planes estratégicos de acceso al estudio y la capacitación de jóvenes como herramienta para garantizar el mañana.
Sin planificación no hay futuro, hay que retomar el modelo exitoso, pensar el San Luis de los nuevos tiempos y abrir el dialogo, para terminar con la Ira y para que se vaya el miedo.
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