El filósofo, historiador, periodista, escritor, guionista, profesor, y conductor de radio y televisión, José Pablo Feinmann murió este viernes, a los 78 años y luego de permanecer varias semanas internados lidiando contra las secuelas que le dejó un ACV que sufrió hace cinco años atrás.
Él, que siempre hablaba de la conciencia de la muerte como un rasgo que distingue a los seres humanos, parecía saber que su hora estaba próxima.
En junio pasado despidió a su amigo, el intelectual Horacio González como una frase premonitoria: “Insisto: te quise mucho, Horacio. Esperame. No voy a demorar”.
Con una versatilidad para trastocar géneros que lo llevó del ensayo político a la escritura de guiones para cine y de novelas policiales en las que cartografió las fisuras de la sociedad argentina hasta en la conducción del ciclo de divulgación más exitoso de Canal Encuentro, Feinmann deja una obra inabarcable que funde la parodia, la erudición y el humor, tan resonante como la potencia de esa lengua insumisa con la que habitó polémicas y se desmarcó de los dogmas.
De reconocida carrera como docente e intelectual, Feinmann escribió guiones de cine –«Últimos días de la víctima», «Tango bar», «Facundo, la sombra del tigre», «Eva Perón» y «Ay, Juancito» entre otros- fue protagonista de «Filosofía, aquí y ahora» -que se transformó en el programa más visto de Canal Encuentro- y escribió unos 50 libros entre ensayos, novelas, cuentos y biografías. El cine y la música fueron otra de sus grandes pasiones, a las que dedicó obras como «El cine por asalto» y «Gershwin y otros escritos musicales».
Fue un militante peronista aunque con un perfil díscolo que cada tanto manifestaba en críticas o cuestionamientos a algunos de sus referentes; escribió textos políticos memorables como «Peronismo, filosofía política de una persistencia argentina»– y hasta una biografía de Néstor Kirchner titulada «El flaco», donde construye un retrato del expresidente a partir de la fluida relación que mantuvieron entre 2003 y 2006.
Feinmann se había doctorado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, donde fue además profesor. En 1973 fundó el Centro de Estudios del Pensamiento Latinoamericano (CEPL), en el Departamento de Filosofía de la UBA. Fue también un activo militante de la Juventud Peronista (JP) en la década de 1970 y se opuso a las políticas del gobierno de Carlos Menem durante la década de 1990.
En 2001, recibió el premio Konex de platino en la disciplina Guion de Cine y Televisión, en 2004 el premio Konex (Diploma al Mérito) en la disciplina Ensayo Político y en 2014 otro Diploma al Mérito en la disciplina Ensayo Político y Sociológico.
Mucho antes de que asomara su perfil de polemista irreverente, el escritor nacido el 29 de marzo de 1943 se destacó en la escritura de novelas policiales, guiones cinematográficos y ficciones dedicadas a algunas de las figuras contemporáneas que habían despertado su curiosidad, como «La sombra de Heidegger» -donde retomó la figura del filósofo alemán haciendo foco en su simpatía con el nazismo- o «Timote», donde se expidió sobre el secuestro y muerte del expresidente Pedro Eugenio Aramburu.
Su producción se ramifica en alrededor de una quincena de novelas y una treintena de ensayos, obras de teatro y de televisión, nouvelles, cuentos y relatos, muchos de ellos traducidos a varias lenguas.
En 1979, Feinmann publicó su primera novela, «Últimos días de la víctima», en la que narra la pesquisa que inicia un sicario de nombre Raúl Mendizábal cuando recibe el encargo de matar a su próxima víctima. En su debut en este campo, el escritor condensó la tradición del policial negro que va de Dashiell Hammett a Jorge Luis Borges para construir una lectura política sobre la Argentina de esos años. El libro fue llevado al cine en 1982 por Adolfo Aristarain, quien logró condensar en clave metafórica los procedimientos siniestros de la dictadura, pero con la sutileza suficiente como para burlar la censura de la dictadura militar.
Su siguiente novela fue «Ni el tiro del final», un título que reproduce una estrofa del tango «Desencuentro», donde a través de una trama policial atípica en la que sobresale el humor y la parodia postula un análisis del género que explicita su procedimientos y el agotamiento de algunos de sus temas. No faltan en esta trama las traiciones, los chantajes y las mujeres fatales, casi una letras de tango leída en clave de policial.
En 1982 apareció el ensayo «Filosofía y Nación», en el que recorre la historia argentina del siglo XIX a partir de ciertos tópicos identitarios, como el pensamiento de Moreno, Alberdi y Rosas, la figura del gaucho en la política argentina y la trama a la que dio lugar la interrelación entre el capitalismo industrial, la burguesía y el proletariado, entre otros temas.
Para muchos, incluso para él mismo, su mejor novela fue «La astucia de la razón» (1990), en la que narra la vida un estudiante de filosofía y militante peronista -alter ego del propio Feinmann-, que desarrolla un trastorno obsesivo en vísperas del golpe militar de 1976 que lo lleva a la deconstrucción de su memoria. Al mismo tiempo que su memoria lo perturba, junto con sus traumas personales que lo envuelven en una tiniebla neurótica, van surgiendo episodios traumáticos de la historia colectiva de un país, vivida durante los años 70 y especialmente con la llegada de la dictadura.
«‘La astucia de la razón’ es una novela de la modernidad, está atravesada por la historia, por la subjetividad moderna (por su quiebre traducido como locura), por la somática del cuerpo, por la impotencia de la razón, por su soberbia humillada, por la grandeza conmovedora pero patética de los discursos ideológicos. Sin embargo, sigo creyendo que es mi mejor novela, tal vez mi mejor libro», la definió alguna vez.
La realidad argentina vuelve a aparecer otra vez en clave satírica en 1994 cuando publica «Los crímenes de Van Gogh». Allí retrata a distintos personajes grotescos y desmesurados con los que compone una crónica de la narrativa menemista. «Mi imaginación es tan inmensa, tan desmesurada, que no sólo puede crear la ficción, sino también la realidad», dice Fernando Castelli, el protagonista del libro, un hombre que trabaja por las mañanas en un videoclub y le permite al escritor sacar a relucir su enciclopedismo cinéfilo.
En el ensayo «La filosofía y el barro de la historia», el filósofo marca que su afición al género negro tiene una raíz política: mientras que en el policial clásico el asesino es aquel «que se ha desquiciado, de aquí que una vez atrapado y entregado a la Justicia todo siga igual», en la novela negra el criminal es apenas un emergente «de la turbia moral capitalista».
En los últimos años enfrentó graves problemas de salud. Estuvo internado dos meses y medio tras sufrir un ACV en marzo de 2016 y debió someterse a un tratamiento para recuperar la movilidad en sus piernas. En diciembre de 2019, sostuvo que el gobierno de Mauricio Macri lo había enfermado y que había incidido en su ACV . Lo hizo en una entrevista junto al también desaparecido sociólogo Horacio González en lo que fue su reaparición tras cuatro años de silencio público. «La pasé muy mal estos años. Mi pesadilla corporal fue acompañada por una pesadilla social y política que fue el gobierno de Mauricio Macri, que me atormentó tanto como mi salud», confesó en aquel entonces, mientras las cámaras daban cuenta de un drástico cambio de fisonomía: su silueta robusta había sido reemplazada por una delgadez extrema, el rostro anguloso y el pelo casi completamente canoso.
«Con la dictadura, tres meses antes del golpe de Estado, tuve un tumor canceroso en un testículo. Fue tremendo también porque el terror del golpe y todos los amigos que se iban o desaparecían, las amenazas, los discursos de los militares y el miedo de las células internas que podían hacer metástasis. Es decir había un miedo externo y un miedo interno, así que ahí también la pasé muy mal. O sea, los gobiernos de derecha me enferman», señaló con ironía en ese reportaje televisivo.
En junio pasado, Feinmann se mostró golpeado por la muerte del sociólogo e intelectual, aquel compañero generacional con el que participó de lo inicios de Carta Abierta. «Te quise mucho, Horacio. Esperame. No voy a demorar. Así lo siento hoy, ahora, mientras escribo estas líneas tristes, esta despedida», expresó en ese entonces.
A lo largo de su vida, Feinmann se vio envuelto en múltiples polémicas, como la que protagonizó en 2012 en su programa radical cuando emprendió una defensa de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner aludiendo a que algunas de las críticas que recibían estaban generadas en una objeción estética. «Otra cosa que les da mucha bronca es que no es una viejita, no está fulera, no es un bagayo, es una señora de 58 años, pero usted también vio fotos de cuando era jovencita, una morocha argentina muy linda, y hoy sigue siendo una mujer atractiva», dijo por entonces. Y remató: «Hay mujeres que no son mujeres, son políticas. Si usted la ve a la alemana (Angela) Merkel, yo no le veo mucha femineidad, qué quiere que le diga. Veo a una alemana decidida a llevar a su país otra vez al poder sobre la pobre Europa…En cambio, Cristina Fernández tiene una base tan atractiva que hasta puede ser tapa erótica…».
«El poder de los medios de comunicación, ubicados en el centro de nuestro tiempo globalizado que idiotiza las conciencias tomó un chiste que en realidad no tiene sentido fuera del contexto en que fue dicha», sostuvo en 2015 en una columna en el diario Página 12 tras ser cuestionado por sugerir que -por su belleza- la entonces gobernadora bonaerense electa, María Eugenia Vidal, podría caer en una «trata de blancas».
Una de sus últimas polémicas tuvo lugar en septiembre de este año, tras el cimbronazo que el gobierno sufrió en las PASO, cuando sorprendió en una entrevista radial con un inesperado elogio a Macri. «Cuando pierde en la primera instancia se larga a una campaña tremenda donde pone el cuerpo. Va él, habla en todos lados y así ganó más de un millón y medio de votos», aseguró en ese reportaje, donde además calificó aquella recuperación del ex presidente como «admirable» y reconoció que nunca pensó «que a Macri, a quien lo llaman ‘domador de reposeras’ porque no le gusta trabajar ni leer, tiene un orgullo y una ambición de estar arriba siempre muy grande»