Felipe Tomasevich, Carlos Ybrhain Ponce, Sergio Freixes, Ernesto “Pipi” Alí, Eduardo Mones Ruiz.
Faltan los cinco. Y se nota.
La ausencia de estos cinco dirigentes que ejercitaban el diálogo político para adentro y para afuera del Ejecutivo provincial, se hace evidente en estos tiempos en los que hay una enorme necesidad de abrir canales de diálogo con el resto de las fuerzas políticas provinciales en la búsqueda de consensos básicos en torno a la gestión de la pandemia.
El ejercicio de un diálogo amplio con instituciones, con cámaras empresariales, de comercio, de profesionales, con sectores gremiales y hasta con algunas expresiones inorgánicas que canalizan descontentos vecinales y que se manifiestan en distintas localidades, es lo que le puede dar cierta tranquilidad a la sociedad en relación a las medidas que se toman desde el Comité de Crisis.
Saber que esas decisiones además del aval profesional médico son el resultado del consenso dirigencial le daría a los puntanos otras herramientas con las cuales enfrentar una situación angustiante que sacude los cimientos. Tira abajo las certezas de la previsión económica familiar, y levanta los muros, intangibles pero acaso más perjudiciales, de la falta de empatía.
El tiempo de pandemia es como un presente continuo que nada dice siquiera del futuro inmediato.
El problema es que nadie habla y ese es el silencio que se escucha.
Así lo demuestran las escasas adhesiones políticas que se cosecharon en un intento de respaldar la decisión del Gobernador Rodríguez Saá de volver a Fase 1 a parte de la provincia, y de las que hablamos en una columna de esta página la semana pasada.
Los comunicados del PJ ratificatorios de esas políticas, que llegaron parciales y tardíamente –y de los que también hablamos en esta página hace un par de semanas atrás-, parecían tener como únicos destinatarios a los propios militantes del oficialismo.
Comunicados que se hablaban a sí mismo.
Tal vez por inexperiencia política, por escasa dedicación, o porque verdaderamente no hay espíritu de diálogo, esta debilidad de Terrazas se nota en la escena pública. No alcanza la buena voluntad de Micky Berardo, hermano del ministro de Desarrollo Social, Federico Berardo; uno de los asesores externos de la mesa política y que en estos días fue el encargado de encauzar el diálogo con los intendentes del “gran San Luis”.
Por caso, el propio vicegobernador Mones Ruiz tuvo que ponerse al frente de las gestiones para comunicar que los productores que reclaman diálogo para discutir estrategias que les permitan trabajar sin comprometer el status sanitario provincial, se estaban sentando en una mesa con el ministro de Producción, Juan Lavandeira. Hacía ya demasiado tiempo que, con sus formas, esos productores reclamaban sentarse en una mesa a dialogar.
Las acusaciones de falta de dedicación las introdujo esta semana la conducción de UTA cuyos trabajadores aún no habían cobrado los haberes de agosto. “El funcionario de Transporte –Sebastián Anzulovich- no está trabajando como corresponde, no te atiende el teléfono, no te da un buen panorama y esto perjudica a los trabajadores y a los usuarios”, dijo Piñeyro, titular del gremio.
De eso hablamos, de diálogo político y de gestión.
La sensación es que los funcionarios que no son de las áreas de Seguridad y Salud –además de los policías y el personal de la salud pública-, en donde realmente se juega cara a cara la batalla contra el coronavirus, el resto aún no entiende que es parte de un Gabinete provincial que enfrenta uno de los mayores desafíos del gobierno en muchos años.
Si bien la mayor responsabilidad recae en Terrazas del Portezuelo porque desde allí se conduce el destino de todos los puntanos, la dirigencia de los espacios opositores tampoco transmite una lucidez acorde al momento que vive la sociedad. Esta semana, al menos dos dirigentes de Todos Unidos salieron a desconocer sus firmas en un comunicado que, a decir verdad, no hacía mucho más que pedir diálogo. Claramente no es su culpa, pero la situación vista desde la generalidad no hace más que mostrar otros entretelones.
La política del No permanente que despliegan en la Legislatura los diputados de Avanzar y de la Unión Cívica Radical tampoco contribuye. Al menos cabría la posibilidad de dejar algún puente sin dinamitar. Que el diálogo se encauce a través de la Cámara de Diputados.
Capítulo aparte para el Senado que está definitivamente a años luz de la consideración popular, y enredado en sobreactuaciones penosas, que nunca nadie exigió.
Así entonces el lenguaje político del San Luis 2020 no llega a balbuceo.
Consignas políticas mezcladas con políticas de Estado, intereses políticos disfrazados de intereses comunes, intendentes que con sólo diez meses en el cargo y en plena pandemia anuncian sus intenciones de reelección, comunicados oficiales mudos, videos y notas que navegan por las redes a la deriva, como mensajes en una botella ¿a quién están dirigidos?, ¿quién los abre?, ¿quién los traduce?, ¿qué sentido tienen?, ¿qué efectos causan?, ¿llegan a ser decodificados por la sociedad?.
La grieta es de tal magnitud que hasta quienes debieran con sus palabras aliviar los dolores espirituales –en su rol de pastores- se encargan de profundizar diferencias ideológicas insalvables.
Estos niveles de intolerancia política en San Luis son inéditos e indisimulables.
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«Lo peor de las pestes no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda a las almas y ese espectáculo suele ser más horroroso».
Albert Camus, La Peste. 1947.