Alberto Rodríguez Saá se va del gobierno quebrando la paz social.
Deja el Estado quebrado. Con déficit, sin reservas.
Deja al 63% de los chicos en la pobreza.
Deja asentamientos en cada ciudad grande de la provincia.
Deja a los barrios penetrados por la droga.
Deja el parque industrial desmantelado. Sin trabajo genuino.
Deja a los vecinos presos de la inseguridad.
Deja a las instituciones manoseadas.
Deja a sus funcionarios enquistados en cargos casi millonarios y denunciados penalmente.
Deja engañados con falsos contratos a los más humildes.
Deja perdedor al antes invicto Partido Justicialista. Sin rumbo.
Deja instalada una cultura basada en el amiguismo, el temor, el apriete, la prebenda y el silencio.
Deja tierra arrasada, material y, lo que es mucho peor, culturalmente.
Podría ser que alguien adjudique todo esto a su incapacidad como gobernante. Ahora, enfrentar a unos con otros, a puntanos contra puntanos, ¿en qué categoría entra?.
Un señor que fue todo lo que quiso ser hasta que la sociedad le dijo basta.
A los 74 años. ¿Qué pasará por su cabeza?.
¿Nadie de su entorno puede ayudarlo a irse de otra manera?
Vaya soledad.