¡¡¡Todo comenzó en San Luis!!!: La revolución educativa de Sarmiento

10 de septiembre de 2021
6 minutos de lectura

Escribe Juan José Laborda Ibarra

Ex legislador provincial

 

 

“No lo abruman  el mármol ni la gloria (…)

Es él. Es el testigo de la patria.

El que ve nuestra infamia y nuestra gloria (…)

Noche y día camina entre los hombres,

 que le pagan (porque no ha muerto) su jornal

de injurias o de veneraciones. (…)

A Sarmiento el soñador, sigue soñándonos…”

Jorge Luis Borges “Poema Sarmiento”

 

Este 11 de Septiembre se recuerda un nuevo aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, ocurrido en el año 1888 en la ciudad de  Asunción del Paraguay.

Hoy en toda América se lo reconoce por su pasión incontenible de difundir la educación popular. Alguien que desde muy joven -a los 15 años ya-, veía en la instrucción pública el instrumento principal para la transformación y superación del hombre, y que al llegar a la Presidencia de la Nación, anunció como programa de gobierno: “… necesitamos hacer de toda la república una gran escuela…”. O cuando al finalizar su mandato dijera: “…al asumir la presidencia (1868), en la Argentina se educaban 30.000 niños, y al bajar de mi cargo (1874), estos eran unos 100.000, con unas 800 escuelas nuevas, Fundé en Paraná la primera institución para formar maestros; traje 65 maestras de Estados Unidos; cree escuelas agrícolas; seguí instalando colegios nacionales; fundé el Colegio Militar y la Escuela Naval; el primer observatorio astronómico; la Academia de Ciencias de Córdoba; promoví la sanción de la ley de bibliotecas populares…”. O aquella otra “…he sido ascendido de Presidente de la Nación a Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires…”, opiniones éstas que nos dan una idea cabal del valor de la educación pública para Sarmiento.

Toda su vida generando proyectos en todos los órdenes para elevar el nivel de vida de nuestra sociedad; si hasta el emblemático y exquisito vino Malbec se lo debemos a él, cuando en 1853 trajo desde Francia al ingeniero agrónomo Michel Aimé Pouget para fundar la Escuela Quinta Normal Agrícola de Mendoza, trajo consigo nuevas cepas para mejorar la calidad de nuestros vinos.

Siempre la educación y el progreso como razón de su vida.

La génesis de ese compromiso vital que tuvo con la educación popular, ha sido relatada por el mismo y merece ser conocido por los puntanos.

Todos recordamos las páginas sobre su adolescencia en San Francisco del Monte de Oro (San Luis), y su “escuelita” de barro y paja, relatada en su libro “Recuerdo de Provincias”: “Fundamos una escuela allá en San Francisco del Monte en 1826, a la que asistían dos niñitos Camargo, de edad de 22 y 23 años, y a otro discípulo fue preciso sacarlo de la escuela, porque se había obstinado en casarse con una muchacha lindísima y blanca, a quien yo enseñaba el deletreo, El maestro era yo, el menor de todos, pues tenía 15 años…”.

O en su libro “Educación Popular: “..cada página  es el fruto de mi diligencia y es el fruto sazonado de aquella semilla que en mi niñez asomo en la Escuela de San Francisco del Monte en la campaña semibarbara de San Luis…”.

 

La escuelita de Sarmiento en San Francisco del Monte de Oro, San Luis.

 

Años después Sarmiento amplió esos recuerdos puntanos en una carta casi desconocida que le enviara siendo ya Presidente de la Nación al entonces Gobernador de San Luis Juan Agustín Ortiz Estrada el 2 de Enero de 1872.

La publicó Juan W. Gez en su libro “La Tradición Puntana-Bocetos biográficos y recuerdos” (Imprenta Weiss y Preusche, Bs. As., 1916, paginas 178/188), reconociendo en su nieto Augusto Berlín Sarmiento su hallazgo y calificándola de “un documento histórico y psicológico estimable….”.-

Meses antes de esta carta, el Gobernador de San Luis, quien había recorrido la localidad de San Francisco del Monte de Oro, se le indicó la existencia de un dintel de algarrobo en la vieja iglesia del lugar donde se leía una inscripción tallada “Unus Deus, una ecclesia, unum baptisma… D.F.S” atribuyéndosela al joven Domingo Faustino Sarmiento cuando vivió allí en 1826.

A esa información el Gobernador Ortiz Estrada (1870/1873), se la comunicó en carta a través del entonces Ministro de Educación de Sarmiento, el tucumano Nicolás Avellaneda.

 

 

Juan Agustín Ortíz Estrada, Gobernador de San Luis (1870-1873).

 

Reconociendo Sarmiento en Ortiz Estrada a uno de los pocos gobernadores de provincia que como él, hacían de la educación la principal bandera gubernamental   –tuvo un presupuesto especial y separado para la educación pública, elevándolo al asumir en 1870 de $ 15.320 a $ 96.000 en 1873 =  626% más -, (Conf. “La época de Ortiz Estrada – San Luis 1870-1873” Néstor Pedro Menéndez, San Luis, 1999, CEPA, página 60), le respondió inmediatamente admitiendo ser el autor de tal inscripción.-

“Buenos Aires, enero 2 de 1872.- Al señor Gobernador don Juan Agustín Ortiz Estrada: Mi estimado amigo: Me ha remitido el señor Avellaneda la carta que hubiera deseado me dirigiera a mí, en la que le comunica sus descubrimientos arqueológicos en San Francisco del Monte y la inscripción tallada por mi cincel hace 46 años…” (…) “Siempre será bueno en un aldea se conserve una inscripción hecha de mano de uno que andando el tiempo fue Presidente de la Republica. Puede significar algo más y entonces sería un memorándum de una de las más útiles revoluciones que haya experimentado la América…Allí en San Francisco del Monte abrí la primera escuela con siete alumnos, todos de mayor edad que yo…” (…) “Este incidente tan trivial, esta escuelita al aire libre…y dio un giro especial a mis ideas…”.-

Luego de explicar en la carta a Ortiz Estrada el sentido de tal expresión en latín (“Un Dios, una Iglesia, Un Bautismo”), que expresaba una especie de fanatismo religioso de su tío el sacerdote José de Oro -con quien había venido a vivir a San Francisco del Monte, ideas que años después combatiría desde una espíritu tolerante y liberal-, termina confesando Sarmiento que su “visión del camino de Damasco”, la revelación acerca del valor de la educación popular, la tuvo en San Luis en su escuelita de San Francisco del Monte..

Un año más tarde, en 1827, vuelto de San Luis “…y al llegar a San Juan al ver las hordas de Facundo Quiroga que venían a defender la religión (…) el espectáculo de tanta barbarie como la de aquellos llanistas medio desnudos, desgreñados y sucios, me trajo la idea de la educación popular como institución política…“.

“Todo el mal de mi país se revelo de improviso entonces: La barbarie…! Desde entonces dedique todas mis energías, con la constancia del apóstol, a preconizar los inmensos beneficios de la  educación. Mi primer acto de gobernante de mi provincia natal, fue echar los fundamentos de una escuela y al celebrar tan fausto suceso, exclamaba “ayudadme conciudadanos a fundar muchas escuelas, con los cual habréis hecho la felicidad de nuestros hijos y la única gloria a que aspiro…”.

Termina la carta dirigida al Gobernador de San Luis Ortiz Estrada, recordándole también que, después y ya como emigrado en Chile, fundo “en Putaendo, una escuela por las mismas causas que la de San Francisco (…). Tiene Ud. pues, en estos dos hechos, el origen del movimiento educacional…”.

 

El puerto de Buenos Aires el 21 de septiembre de 1888, recibiendo los restos de Sarmiento.

 

Confirma esta afirmación uno de sus principales biógrafos, Ricardo Rojas “A los 15 años despertósele allá la vocación pedagógica. Abrió escuelas para los campesinos del contorno; enseñóles a leer, a escribir, a contar; y esa escuelita de San Francisco del Monte, es otro anticipado signo de su destino, (…). San Francisco del Monte…  allá empezó su carrera de maestro…” (“El Profeta de la Pampa – Vida de Sarmiento” (Editorial Losada, Bs AS. 1948, página 67).

En este su nuevo aniversario, recordar el inicio de su compromiso con la educación popular, en el San Francisco del Monte de 1826, es también una manera de reivindicar sus sueños y de afirmar en este sentido que “Sarmiento no ha muerto, y que aún hoy nos sigue soñando…”, como escribiría Jorge Luis Borges en su célebre poema.

 

La foto póstuma de Sarmiento, toda una tradición de la época.

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