El Gobernador Rodríguez Saá junto al presidente en la presentación del mundial de Pelota Vasca 2026 en San Luis.

No es un problema de agua, es más grave, es un problema de prioridades

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Los vecinos de Potrero piden agua. El Gobierno organiza una carrera de lanchas en el lago.

Los vecinos de El Trapiche piden agua. El Gobierno gasta en un parador para las lanchas en el dique La Florida.

Los vecinos de San Luis piden agua. El Gobierno construye el Teatro Club Social con un enorme parque con riego permanente.

Los vecinos de Merlo piden agua. El Gobierno dice que les hará un Centro de Convenciones.

 

Esas no son las únicas localidades en las que falta o hay problemas de abastecimiento de agua, son muchas más, pero este ejemplo lo que hace es reflejar en forma cabal el desenfoque entre las prioridades de los vecinos y las del Gobierno.

No es un problema de agua, es un problema de prioridades. Más grave.

Por caso, mientras por estas horas maduran manifestaciones de vecinos de Potrero de los Funes, que hace años vienen reclamando por la falta de obras de infraestructura, y de cabañeros preocupados porque pierden plata porque los turistas cancelan sus reservas o se van ya que no tienen agua para higienizarse, el Gobernador Rodríguez Saá prioriza la presentación ante el presidente Alberto Fernández de la copa mundial de Pelota Vasca que se hará en San Luis recién en 2026. Faltan cuatro años.

Algo de esa desconexión entre lo que los vecinos reclaman y lo que el Gobierno les ofrece fue percibida por Rodríguez Saá en el inicio de la campaña electoral que lo tiene de gira por el interior provincial.

Animal político, le bastó un par de visitas para advertir el clima que reina en la sociedad.

Rodríguez Saá comprobó en esta primera semana que se encuentra en las calles de los pueblos con una situación muy distinta a la que imaginaba.

El malhumor que lo embarga es reconocido y relatado por integrantes del staff que lo acompaña. “Está recontra embolado” dicen, pese a la avanzada que le van haciendo los funcionarios. Va más gente en los autos de la comitiva que lo acompaña que la que lo espera en los pueblos.

El panorama con que se encuentra le molesta mucho porque sucede que los vecinos le relatan necesidades que él creía que estaban absolutamente resueltas.

De ninguna manera esa desconexión o falta de información lo exime de sus responsabilidades; por lo contrario, demuestra lo que puede hacer un manejo gubernamental “a la distancia” como él defiende, en “piloto automático”, entendiendo que el estratega no necesariamente tiene que tener presencia constante en el territorio.

Lo que sucedió en La Toma ratifica esta línea de pensamiento. Rodríguez Saá se encontró con que el centro de rehabilitación para personas con adicciones del que viene hablando hace años y que se encuentra en plena construcción es para no más de 20 personas. Casi se muere al escucharlo, porque él mismo esperaba que ese Centro tuviera una capacidad muy superior. Cualquiera de los funcionarios que estuvieron en el acto conoce a dos o tres personas que están transitando ese infierno y que podrían requerir de ese centro especializado.

A ver, ¿cómo es posible que el ministerio de Obras Públicas que conduce su hijo no le advierta sobre la capacidad de ese centro?, ¿acaso el ministerio de Salud no participa de la coordinación necesaria para ejecutar una obra de esta envergadura y señalar un detalle como ese?.

No es la primera vez que esta página advierte esta situación de desconexión. Sucede que a esta altura de su vida política Rodríguez Saá parece no querer escuchar malas noticias. Y ninguno de sus funcionarios, que se curan en salud, quiere llevarle noticias de la realidad. Lo blindan.

Las complicaciones de la vida cotidiana demandan como nunca de líderes involucrados con la realidad, más cercanos, con una afición al trabajo 24 x 24, y con vocación por resolver cara a cara con los vecinos cada una de sus necesidades.

Y nada de eso parece ser parte del menú de gestión que tiene para ofrecer Rodríguez Saá en su último año de gobierno.

 

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