El radicalismo puntano acaba de protagonizar su peor elección desde el retorno de la democracia a la fecha. A menos de seis horas de cerrado los comicios, el centenario partido es una “torre de Babel” en la que cada uno habla en su propio idioma.
Sus dirigentes no saben, no pueden o no quieren darse cuenta de la realidad política puntana, que enfrenta a dos grandes frentes: el oficialismo liderado por Alberto Rodríguez Saá y la oposición, por Claudio Poggi.
Las autoridades partidarias son las responsables de esta performance electoral que lleva a la UCR a este descalabro electoral, y que se profundizará aún más en noviembre.
El radicalismo transcurrió esta campaña sin apoyo nacional, y por lo contrario estuvo todo el tiempo muy pegado al oficialismo provincial. El propio Ernesto Sanz dijo que las PAS provinciales eran una trampa tendida por el Gobierno provincial, mientras sus dirigentes sumaban minutos de aire en cuanto pantalla oficialista se les ofreciera. Indudablemente, a la luz de los resultados, la gente no los considera oposición.
Otro dato aporta en el sentido de señalar la desorientación dirigencial. No faltaron candidatos que decían que tenían encuestas en las que el radicalismo obtenía más de 25 puntos. El actual ganador de la interna radical en la categoría diputado nacional, José Riccardo señaló en la prensa que el radicalismo iba a sacar más de 20 puntos y retener la banca parlamentaria en el Congreso. Dato puro: Entre las dos listas llegaron a sólo el 6,41%, un porcentaje difícil de repetir en noviembre.
Otros dirigentes cuestionaron las publicaciones de esta página cada vez que adelantamos que la de este domingo sería una elección muy polarizada. Y reclamaron por privado las encuestas en las que se apoyaba esa definición editorial. Están ahora a la vista.