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A Mauricio López “se lo veía bastante bien dentro de todo. Yo estaba en unas condiciones malas, estaba engrillado, esposado, con los ojos vendados, y él no, él tenía más libertad, él decía ‘lamentablemente me sacaron la venda’. En su momento no lo entendí, yo quería sacarme la venda y me dijo ‘no, agradecé que no te la saquen’. Tenía esa certidumbre de que de ahí no salía, de que lo iban a matar”.
El testimonio del exdetenido-desaparecido Horacio Ferraris fue, además de conmovedor, esclarecedor. Fue una de las últimas personas en ver con vida al exrector de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), en el Centro Clandestino de Detención (CCD) de Las Lajas, en Mendoza. Mauricio Amílcar López continúa desaparecido; Horacio murió el lunes pasado, en San Luis: quienes conocen su historia entienden que muchos de los quebrantos que afectaron su salud tienen que ver con las torturas que sufrió en cautiverio. «Horacio durante mucho tiempo nos dijo que algún día nos iba a contar. Durante veinte años no pudo hablar, era demasiada su carga de todo lo que había vivido», dijo Lilian Videla, representante de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos) San Luis, en octubre de 2023, durante las IV Jornadas de Historia y Memoria, en la UNSL, cuando le entregaron un reconocimiento.
Luego de recuperar la libertad, Horacio, cordobés de origen, volvió a San Luis, porque estaba casado con una puntana desde antes de ser secuestrado. En los años noventa, un accidente automovilístico que involucró a su familia también trajo pesar a su existencia. Fue empleado bancario, diseñador gráfico en el entonces El Diario de la República, en los últimos años comerciante. Se había radicado en el barrio Cerros Colorados, de Cruz de Piedra. Tenía 73 años.
Conversaciones en cautiverio: el poeta Agüero
En 1976, año del golpe de estado que inauguró el «proceso de reorganización nacional», Horacio tenía 24 años. Era estudiante universitario y militante de la Juventud Peronista de Córdoba y a raíz de la persecución política de los militares decidió mudarse a San Luis, con su esposa puntana.
La represión lo siguió hasta aquí: el 24 de junio de 1977 fue secuestrado por un «grupo de tareas» en la esquina de Pedernera y General Paz, a dos cuadras de su casa. “Me llevaron a Mendoza, al campo Las Lajas, yo ni idea tenía de dónde estaba, me metieron en el baúl de un auto y me llevaron”, contó. Allí se encontró con Mauricio, que había sido secuestrado en Mendoza el 1° de enero de ese año: “Yo no lo conocía, ni sabía que había sido rector, yo hacía seis meses que estaba acá, no conocía casi nada. Y dio la casualidad que me pusieron cerca de donde estaba él. En el mismo lugar donde dormíamos”, ha relatado.
“Ahí trabé relación con Mauricio, muy a voz callada, no podíamos hablar mucho, pero susurrando nos podíamos comunicar, él se comunicó conmigo. Teníamos un tema en común que era el poeta Antonio Esteban Agüero. Yo no lo conocí, pero conocí mucho su entorno familiar. La familia de mi señora era muy amiga de la señora de él, de él también, de la hija”, recordaba el ex detenido-desaparecido.
Contaba que su compañero de cautiverio, el que había sido el primer rector de la UNSL, “era muy amable, muy solidario”.
A Ferraris, según su propia apreciación, los represores lo torturaban porque creían que podía tener información que podía servirles en lo inmediato. De Las Lajas lo llevaron en avión a Córdoba. Lo tuvieron secuestrado primero en instalaciones de la Fuerza Aérea y luego lo trasladaron al Centro Clandestino de Detención La Perla. Más tarde lo trasladaron a una penitenciaría. Y dos años después, en 1979, lo liberaron.
“Horacio es el último que vio con vida a Mauricio, y no sabemos qué pasó después. Ese centro clandestino empezó a dejar de funcionar, se mantuvo más o menos activo hasta 1978, no mucho más de eso. Pero entendemos que también ahí terminó la vida de Mauricio”, explicó en 2019, en una charla en la UNSL, Belén Faiozzo, por entonces integrante del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH).
Horacio Ferraris fue un testigo muy valioso en la investigación sobre los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Su testimonio permitió ubicar y reconocer el Centro Clandestino de Detención que la Fuerza Aérea había montado en el cerro Las Lajas, de Las Heras. Y contribuyó a identificar y esclarecer el destino que habían tenido otros detenidos-desaparecidos que pasaron por Las Lajas, como Osvaldo Zuin, militante del PRT, secuestrado en Córdoba, María del Carmen Marín, militante de Montoneros, y su padre Carlos Armando Marín.
También permitió -aunque los restos todavía no han sido localizados- establecer el destino final de Mauricio López y que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de Mendoza condenara a los responsables de su asesinato y desaparición.

