Un plan político de largo alcance parece tejerse en las manos del gobernador saliente, Alberto Rodríguez Saá alrededor de la figura del intendente de La Toma, y electo diputado nacional, Ernesto “Pipi” Alí.
El dirigente del departamento Pringles que lleva a su jefe político tatuado en su omóplato -hay quienes insisten en ver en ese dibujo a Roger Waters-, así como la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza lleva a Néstor Kirchner en su brazo izquierdo, tiene por delante un papel muy importante que desempeñar en el imaginario de Alberto Rodríguez Saá.
La suya, que originalmente parecía ser una candidatura testimonial como fue la de María José Zanglá que hizo posible la llegada a la Cámara de Diputados de la Nación de la ex jefa de Gabinete, Natalia Zabala Chacur en 2021, tomó otra dimensión a pesar de la derrota del oficialismo el pasado domingo.
Rodríguez Saá que evitó a Sergio Massa al punto de no participar de algunas de sus actividades en San Luis, luego del triunfo nacional del ministro de Economía se abrazó a él como a un salvavidas que le ayude a llegar a la orilla, al final de su vida política, con un poco de aire.
Hay que decir que a las autoridades del Justicialismo puntano encabezado por María Angélica Torrontegui se les ha hecho costumbre festejar traspiés electorales. Claramente se les hace más fácil celebrar una derrota que construir un triunfo electoral. Es lo que hay.
Por cierto, Alí no pudo regalarle un triunfo en su pueblo natal al candidato presidencial Sergio Massa. Y en su categoría, la de diputado nacional, ganó por apenas 11 votos de un total general de 5768 sufragios emitidos. Sin embargo, por el arrastre de Massa en todo el país incluido San Luis, se aseguró un lugar en la Cámara baja de la Nación.
Como sea, todo indica que Alí asumirá como diputado nacional para desde esa tribuna política mostrarse como el dirigente justicialista de San Luis en condiciones de llevar adelante las batallas políticas electorales de los próximos años.
Esto es así porque el plan primigenio de Rodríguez Saá falló. Fuera de juego desde agosto de 2020 el ministro Felipe Tomasevich -el único de aquel gabinete que alumbraba cierta gracia y simpatías en el entorno-, a ninguno de los amigos y compañeros del colegio de su hijo convertidos en funcionarios provinciales les dio la talla para liderar el promocionado recambio generacional.
En honor a su hijo Alberto, digamos que él nunca pretendió sucederlo, y que en cambio supo dejar con su silencio que se alimentara esa especulación.
De hecho, Alí fue uno de los que se encargó de engordarla: “…vos imaginate, es hijo del Alberto y de la Tona. ¿Querés más genética que esa?” respondió para llevar el concepto de supremacismo un paso más allá de los límites a los que se animó su jefe con la idea de la puntanidad.
Ninguno de esos ex jóvenes, -hay unos 1.500 funcionarios- considera hacer política en serio. Para ser justos hay que decir que se encontraron de sorpresa, invitados a una fiesta para cuyo ingreso sólo se requería el dress-code de la función pública en Terrazas -decir a todo que sí-, y disfrutar del derrame del happy-hour de los negocios. Habrá que ver si sobresalen en el ámbito privado después del 10 de diciembre.
Eso es lo primero que hay decir y hasta allí hay que remontarse para empezar a entender los porqué de esta posibilidad para Alí, y qué se espera de él.
«Elijo creer» piensan dirigentes de su entorno que lo imaginan tomando el bastón de mando del PJ para iniciar esa renovación y construcción política, expectativa que alimentan con dos o tres señales de los últimos tiempos.
La primera. Alí tiene vocación y es joven políticamente hablando, 51 años; en cambio su actual jefe político en 2027 va a orillar los 80. Todo un dato.
La segunda. La decisión de Rodríguez Saá de geolocalizar a La Toma en el mapa político provincial no parece casual.
El pueblo, cuyos vecinos creen que quedó al margen del progreso, como escondido en el trazado de la Autopista Saladillo -la versión local de Radiador Springs de la película Cars de Disney – Pixar- reapareció a la escena política de la mano del “Tratado La Toma contra la Pobreza”. Alí jugó de anfitrión.
En esa localidad Rodríguez Saá le dio un nuevo envión a su plan político de vaciar las arcas provinciales. Para ello, a sesenta días de salir del gobierno, hizo gala de toda su generosidad al otorgar incrementos en los salarios de los trabajadores municipales, mientras obligaba a venir al pie, a su juego, a los intendentes de todos los colores políticos que sin esos recursos provinciales no podían ni podrán pagar esos aumentos.
En tercer lugar. Hay que admitir que “el Nacido y criau” es el único dirigente oficialista que sobrevivió entre los interlocutores que usó Rodríguez Saá en los últimos tiempos. Da fe de ello la suerte que corrió el vicegobernador, Eduardo Mones Ruiz, que quiso tener su pequeño propio juego político y casi termina en el hospicio judicial.
Esta página habló oportunamente sobre la debilidad del ministro político del gobierno, y la escasez de actores con vocación o mandato de diálogo por parte de Terrazas.
En cuarto lugar. Alí es el único que sintoniza fino con el primer anillo albertista: Rodríguez Saá hijo; el secretario general / jefe de gabinete / supervisor editorial Miguel “Micky” Berardo; y la diputada Anabella Lucero que no ha perdido de vista su objetivo de llegar a la intendencia de Villa Mercedes.
A propósito de Lucero digamos que hubo un curioso movimiento de mobiliario en estas últimas semanas en la Casa de la Música. Salieron sillas con cuatro ruedas, entraron sillas con dos ruedas.
Finalmente. A 40 días de dejar el gobierno, Rodríguez Saá dijo esta semana en Canal 13 que se seguía reconociendo como el jefe de la oposición política al próximo gobierno de Claudio Poggi, aunque admitió que eso podría cambiar si aparece un nuevo liderazgo. Toda una novedad.
“…sí, no veo que cambie la cosa, salvo que aparezca uno que sea más jefe que yo, si es más jefe que yo yo estoy chocho, muy contento” dijo.
La volatilidad del momento recomienda dejar abierto un interrogante: ¿Estamos asistiendo a las primeras escenas del traspaso de la herencia política de Alberto Rodríguez Saá?.
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