Por Juan José Laborda Ibarra.
Hoy 28 de junio se cumplen 56 años del derrocamiento del presidente constitucional Arturo Illia.
Si bien las interrupciones militares a los gobiernos democráticos parecen –felizmente- cosas del pasado, siempre es bueno recordar aquellas palabras del Presidente Nicolás Avellaneda, cuando decía “los pueblos que no aprenden nada de la historia están condenados a repetirla…”.
Mucho se ha escrito acerca de la identidad de los golpistas, de la crisis política real y/o exagerada que la antecedió y que fue usada para justificarla; de las irresponsabilidades de muchos medios de prensa; de la deslealtad de gran parte de la clase política opositora -“desensillar hasta que aclare” se llegó a decir-; de los grupos empresarios que apostaron a favor de ella; de la iglesia que la “bendijo” y de los poderosos sindicatos que se movilizaron.
Sobre estos dos últimos sectores, aun se recuerdan la foto acompañando la asunción del General Onganía en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Pero donde quisiera hacer algún aporte al conocimiento de esa desafortunada historia, es acerca de un hecho muy poco conocido por quienes recuerdan aquel golpe, cual fue la conducta que tuvo frente al mismo del entonces Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el puntano Dr. Carlos Juan Zavala Rodríguez.
“Cototo” –era su sobrenombre familiar-, había sido nombrado integrante de la Corte por el Presidente Illia a pedido de su entonces Ministro de Justicia Dr. Carlos Alconada Aramburu, en reemplazo del renunciante Dr. Benjamín Villegas Basavilbaso, para acogerse a la jubilación.
Arturo Pellet Lastra en su libro “Historia Política de la Corte-1930-1990” -Editorial AD-HOC, Bs As. 2001, páginas 267/284-, recuerda la historia de su designación y la acompaña con algunas “notas de color”.
Zavala Rodríguez había nacido en San Luis el 27 de diciembre de 1906. Era un conocido comercialista y profesor titular de Derecho Comercial de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Era autor de varios libros –muchos de ellos se encuentran actualmente en la biblioteca de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard-.
Había sido antes Juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial en la Capital Federal (y en el año 1986 recibió el Premio Konex de Platino a su trayectoria como jurista).
Producida la vacancia de Villegas Basavilbaso como Ministro de la Corte Suprema, Alconada Aramburu le propuso su candidatura al Presidente Illia quien, al conocer los “pergaminos” de Zavala Rodríguez, los aceptó de inmediato.
El Ministro de Justicia concurrió personalmente al domicilio del candidato, quien, tras recibir la propuesta, y pensarla unos minutos, la aceptó.
La duda que tenía Zavala Rodríguez era que, al no ser él radical, partido mayoritario en el Senado, –donde se debía tratarse su pliego-, podía ser resistido y hasta rechazado.
En parte, no se equivocaba.
Al llegar la propuesta del Presidente, importantes senadores del partido radical, “cajonearon” su designación.
Enterado Illia por boca de su ministro, les hizo saber su disgusto a sus correligionarios haciéndoles valer todo el peso de su autoridad presidencial.
Zavala Rodríguez asumió como Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación el 26 de Noviembre de 1964.
Sólo duró en el cargo menos de dos años, hasta el día del golpe militar.
Mientras el resto de los ministros –Araoz de Lamadrid, Aberastury, Colombers, Ymaz y el Procurador Lascano– aceptaban en silencio el golpe militar –sólo atinaron a publicar una inútil e intrascendente carta de despedida a los otros magistrados-, se acogieron a la jubilación de privilegio ofrecida por los militares golpistas.
Sólo Carlos Juan Zavala Rodríguez rechazó tanto el golpe como la prebenda ofrecida a sus colegas, acompañando tal actitud principista con la publicación de una carta que distribuyo en todos los medios en la que afirmaba: “La Corte ha reconocido en distintos momentos de la historia del país a las revoluciones triunfantes que juraron, algunas veces la Constitución y otras respetar los derechos fundamentales y la libertad del hombre. Que ante la reiteración de estos hechos y frente a un movimiento respecto del cual no se conocen sus verdaderos alcances, pero que repite el error histórico del empleo de la fuerza, creo indispensable ratificar mi convicción de que sólo por la aplicación leal de los principios de la Constitución Nacional –que prevé su evolución y su reforma-, y del respeto de las instituciones, el país podrá alcanzar sus grandes destinos…”.
Palabras premonitorias y conducta republicana ejemplar que deberían ser conocidas por el resto de los argentinos.
Hoy 28 de junio, a un año más de aquel golpe militar que años después abrió la puerta a la mayor violencia en la Argentina, vaya mi reconocimiento a aquel puntano y demócrata ejemplar.
Escribano Juan José Laborda Ibarra
