Treinta y nueve puntanos son mencionados en el registro unificado de Víctimas del terrorismo de Estado, en el listado de víctimas del accionar represivo ilegal del Estado Argentino, víctimas de desaparición forzada y asesinato en hechos ocurridos entre 1966 y 1983, según la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Veintiocho de ellos tenían veintipico de años cuando fueron desaparecidos. El menor tenía sólo 18 años y la mayor 55.
Una de ellas estaba embarazada. Dieciséis eran estudiantes, de psicología, ciencias de la educación, filosofía y letras, farmacia, ciencias económicas, derecho, medicina; dos eran docentes y una profesora de historia y literatura; seis empleados, dos ceramistas, tres policías, un asistente social, dos abogados, dos ingenieros. El resto eran empleados y amas de casa.
Eran oriundos de Piedra Blanca, Villa Mercedes, La Toma, Justo Daract, Concarán y San Luis.
En tanto en el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) creada en diciembre de 1983 por el presidente Raúl Alfonsín, y que presidió Ernesto Sábato, aparecen tres casos de puntanos o personas muy identificadas con nuestra sociedad, víctimas de la represión ilegal.
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En el capítulo del “Nunca Más” titulado “Torturas” (en la página 57, 9° edición octubre de 2014, Eudeba) aparece el testimonio de Mirta Gladys Rosales. El relato es el siguiente:
De similares características, por el sadismo puesto en juego, es el testimonio de la señorita Mirtha Gladys Rosales (Legajo N°7186). Se deprende de él que fue detenida el 10 de marzo de 1976 desde su lugar de trabajo en la Dirección General de Institutos Penales. Fue conducida a la Delegación de la Policía Federal:
“Al llegar a la Delegación me encontré con mi padre, un muchacho Mamondez y su hermana, y un joven Ramos, de Quines éste y mi padre, y de Candelaria los Mamondez. Luego supe que todos ellos habían sido salvajemente golpeados en Quines y posteriormente también en la delegación. En ese momento apareció un oficial de apellido Borsalino quien, tomándome de los pelos y a patadas me lleva a la parte de atrás del edificio y en la cocina me somete a una golpiza mientras me decía: “vos sos la culpable de que haya hecho cagar a esos infelices”. Después de eso me lleva hasta la oficina del Delegado donde se encontraba éste, el Subdelegado Cerisola, el Teniente Coronel Lualdi, el Comisario Visconti de la Policía Provincial y Borsalino. Allí me vendan y luego entre insultos y amenazas de muerte me someten a golpes de corriente eléctrica esposada a una silla, mientras me interrogan sobre mis actividades políticas.
Después de esta “sesión” fui golpeada en varias oportunidades pues me mantuvieron en la Delegación por espacio de casi cuatro meses y en todos los casos la golpiza fue dada por Borsalino en presencia del Comisario De María.
“A mediados de junio fui trasladada a la Cárcel de Mujeres donde permanecí hasta el 9 de setiembre en que fui sacada por personal de Informaciones de la Policía Provincial y traída a la Jefatura de la Policía”.
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“Un rato después sacaron a toda la gente del lugar y apareció el Subjefe de Policía, Capitán Pla, y el Jefe de Informaciones, Comisario Becerra, quienes empezaron a interrogarme entre trompadas y patadas, que me propinaron los dos a cara descubierta. Al rato el capitán Pla me dice “que me dará otro tratamiento pues yo no quiero hablar” y me llevan a una Comisaría que estaba ubicada en la calle Justo Daract a una cuadra de la avenida España. Allí me entran por una entrada para autos que estaba a la derecha y me introduce Becerra en una habitación donde se encontraba maniatado Domingo Idelgardo Lima a quien estaban golpeando, y a Domingo Silva y a un señor Moyano, de Candelaria. Después me pasan al fondo donde estaban Hugo Velázquez, un chofer Rubén Lucero y un agente o suboficial Olguín, que tiempo después se suicidó durante un proceso en la Justicia Provincial. Allí me golpearon ferozmente por espacio de una hora aproximadamente, lo hicieron con total sadismo y crueldad pues ni siquiera me interrogaban, sólo se reían a carcajadas y me insultaban. Después de eso me llevan de vuelta a la Central y me dejan en la oficina de Cuatrerismo, donde se encontraba el Capitán Rossi y un Teniente Marcelo Eduardo González. Al dejarme el Oficial Lucero, que era quien me traía, les dijo “ya está ablandada” y se fue. Empezó de nuevo el castigo por parte de Rossi y González quienes me empezaron a golpear, insultar y ponerme cada uno su arma en la sien amartillándola y preguntándome “quién tenía armas” y presionándome para que firmara unas declaraciones que ya estaban hechas.
Mientras tanto llegaron Pla, Becerra, Velázquez y Luis Mario Calderón, que era otro Oficial, y empezó una de las peores sesiones de tortura que me tocó soportar pues me habían dejado al medio y empezaron a golpearme de todas partes, a tirarme el pelo, hacerme el “teléfono”, que eran golpea con ambas manos en los oídos, a pellizcarme y retorcerme los senos y otras barbaridades por el estilo. Cuando terminaron o se cansaron, yo estaba desfigurada por los golpes. Esa noche me dieron hielo para que se me deshinchara la cara y el cuello para poder llevarme de vuelta a la cárcel, cosa que hicieron recién a los dos días”.
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El doce o trece de noviembre vuelven a sacarme y traerme a Informaciones donde me golpean nuevamente estando presentes en el castigo Franco, Pla, Becerra, Chavero, Ricarte, el sumariante Luis Alberto Orozco y otro llamado Benítez. Me golpearon entre todos, me hicieron el “teléfono” y me patearon; en un momento dado Ricarte me mostró una foto diciéndome “decí lo que sabés porque si no te va a pasar lo de Ledesma, mirá como quedó” y en la foto se lo veía a Ledesma acostado boca abajo en una mesa o en el suelo, con el mentón apoyado por lo que se veía su cara de frente, los brazos abiertos en cruz y de su boca chorreaba sangre, aparentemente estaba muerto”.
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“Me llevaron a un lugar al que para llegar pasamos vías y cruzamos una tranquera. En el acceso al local o recinto donde me torturaron había escalones. Me ataron y me acostaron en algo metálico, allí me golpearon y me metían de cabeza en un recipiente con agua hasta ahogarme. Al rato empiezo a perder sangre (yo estaba con la menstruación) y eso hace que me traigan de vuelta a Informaciones. En esa sesión de tortura estaban los mismos que me habían golpeado horas antes en la Jefatura. A la madrugada deciden mandarme a la cárcel, cosa que concretan a media mañana. Al llegar, como mi estado era lamentable pues estaba desfigurada por los hematomas y la hinchazón, y me habían visto mis antiguos compañeros de trabajo, se arma un conciliábulo entre los que me llevaban (Comisario Juan Carlos Pérez, Carlos Garro y Rubén Lucero de chofer) y el personal de la cárcel”.
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Doscientas dos páginas después, en la 259 del capítulo “Represores y Esquema Represivo”, aparece otro testimonio puntano:
“Yo comencé a tomar conciencia de lo que pasaba cuando detienen a mi amigo Jorge H. Velázquez, agente de la Policía de San Luis (…) Tanto él como yo y otro miembro de la Policía, Roberto Jesús Arce, habíamos descubierto que una Empresa de Investigaciones de San Luis se dedicaba con la connivencia de funcionarios policiales y de Ejército a secuestros extorsivos, que derivaban en detenciones a disposición del PEN de gente totalmente inocente. Los tres participábamos en “grupos” de la lucha antisubversiva. Eramos nacionalistas y creíamos en lo que estábamos haciendo. Denunciamos los hechos ante el Ejército y ante el Subjefe de la Policía de San Luis. A los tres nos llevaron al cuartel del Grupo de Artillería Antiaérea 141 dependiente del III Cuerpo a cargo del General Luciano B. Menéndez donde fuimos brutalmente torturados. Estuvimos todo el tiempo tabicados, cubiertos los ojos con una venda. A mí me aplicaron la picana en sucesivas sesiones y luego me metían la cabeza dentro de tachos con agua. A Velázquez lo golpearon hasta hacerle perder la dentadura y a Arce también lo golpearon brutalmente. Los torturadores, con nosotros, actuaban a cara descubierta (Legajo N° 3846).
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En el capítulo titulado “Religiosos” aparece con el número 16 Mauricio Amilcar López, quien fuera rector de la Universidad Nacional de San Luis (página 356, 9° edición octubre de 2014). Esto señala sobre Mauricio Lopez el informe de la CONADEP.
Pastor protestante, fue rector de la Universidad de San Luis y pertenecía al Consejo Mundial de Iglesias como delegado ejecutivo. Secuestrado en Mendoza el 1° de enero de 1977, fue sacado de su casa en presencia de su familia (madre y hermanos, a quienes maniataron) por un grupo de hombres fuertemente armados, los que además se llevaron una suma de dinero, objetos de valor y documentación personal de la víctima. El Consejo Mundial de Iglesias exhortó al General Videla a ubicar el paradero del pastor.
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El trabajo académico de Requiere, Marisa (2008). Espacios del olvido, espacios de la muerte: los Centros Clandestinos de Detención en San Luis. V Jornadas de Sociología de la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Departamento de Sociología, La Plata, señala que fueron al menos nueve los centros de detención y torturas que funcionaron en San Luis.
- La central de Policía: en la esquina de San Martín entre Pringles y Belgrano ahora funciona un Museo del Gobierno provincial.
- Granja La Amalia: ubicada en la calle Europa detrás de la estación de ferrocarril, los terrenos pertenecían al ejército.
- La delegación de la Policía Federal: ahora funciona OSDE, ubicado en Av. Illia, a 20 metros de Chacabuco –foto de portada-.
- Investigaciones: calle Lavalle entre Rivadavia y Colón. Ahora se ubica la Caja Social de la Provincia.
- Rodeo del Alto: sobre la ruta 20.
- La Escuelita: edificio ubicado en la Justo Daract casi Ejército de los Andes, en donde supo haber una gomería.
- Comisaría del menor: se encontraba en el barrio Rawson viejo y correspondía a la comisaría cuarta.
- El Sótano: centro de detención y tortura, ubicado en la calle Chile y Ejército de los Andes, detrás de la oficina de encomiendas de la Cooperativa Tac.
- Cárcel de Mujeres: edificio que es propiedad de la policía provincial, cito en la calle 25 de Mayo entre Rivadavia y San Martín, frente a la Plaza Independencia.