Un gobernante impredecible. Que no escucha a sus colaboradores. Que desestima la palabra de profesionales a los que él mismo ha elegido. Que se niega a reconocer sus propios errores. Que incumple su palabra. Que no consigue inspirar calma. Un gobernante cuyos funcionarios se enteran de que están fuera de juego a través de las redes sociales. Que ve en la prensa a un enemigo. Que cree que todos conspiran contra su gobierno. Que concentró el poder como nunca antes en la historia. Que desautorizó tanto a sus colaboradores que la gente terminó perdiendo la confianza en él.
Ese es el retrato que el maestro Bob Woodward reconstruye del ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, luego de 17 entrevistas que se hicieron libro, con el título de “Rabia” y que editó en Argentina en diciembre pasado la casa Rocaeditorial.
Woodward, que junto a Carl Bernstein demolió la presidencia de Richard Nixon en 1972 con su investigación periodística para The Washington Post al descubrir el escándalo Watergate, despliega toda su maestría a lo largo de 403 páginas en las que también Trump queda al desnudo.
La manera en que eligió a sus colaboradores, su incredulidad ante los efectos de la pandemia de Covid-19 –sus colaboradores más cercanos siempre le dijeron que sería el mayor desafío que enfrentaría en su gestión y en su vida-, de hecho la cifra de muertos por el coronavirus en Estados Unidos superó a la de norteamericanos muertos en la guerra de Vietnam.
Su primer proceso de juicio político imputado por abuso de poder y obstrucción al Congreso y del que salió ileso gracias a la mayoría republicana en el Senado (el segundo se gestiona por estos días acusado de incitar a la insurrección por sus discursos previos al ataque contra el Capitolio, en la sesión en que quedó certificado el triunfo de Joe Biden en las elecciones), Putin, el FBI, la CIA, su fanatismo por la cadena FOX, la recuperación económica de Estados Unidos, la profundización de la grieta en la sociedad norteamericana –racismo, clasismo, intolerancia-, su costumbre de tuitear a la madrugada, su omnipresente yerno Jared Kushner –una oficina en las sombras para toda gestión que se necesite-, están retratados con el estilo de un maestro.
También su relación obsesiva con el líder norcoreano Kim Jong-un –“soy el único con quien sonríe”-; y lo cerca que estuvo el mundo de un enfrentamiento militar nuclear entre EEUU y Corea del Norte – eso admite en una entrevista en diciembre de 2019-.
Trump confiesa sin pruritos: -“Kim me lo cuenta todo. Me lo contó todo. Lo sé todo de él. Mató a su tío y puso el cadáver en la misma escalera por la que salían los senadores. Y tenía la cabeza cortada, puesta sobre el pecho. ¿Te parece duro? Pues ellos creen que la política en este país (Estados Unidos) es dura”.
En estas páginas se devela su creencia de que China fue responsable de lo que pasó con el Covid-19 en el mundo.
Trump compartía la opinión de Robert O’Brien, asesor de seguridad nacional. El decía: “…bloquearon los vuelos por toda China para que la enfermedad no pudiera llegar a Shanghai, a Pekín o a otras ciudades importantes. Pero al mismo tiempo están dejando que otras personas vuelven desde Wuhan a toda Europa, y han infectado Europa y Estados Unidos. Eso no está bien. Sea como fuere, los chinos han aprovechado el covid para conseguir una ventaja geopolítica sobre Estados Unidos y el resto del mundo libre, y para quitarle a Estados Unidos el puesto de primera potencia del mundo”.
Su propio secretario de Defensa, Jim Mattis revela lo que pasaba en el entorno de Trump cuando su mandato entraba en la recta final: “…había que aceptarlo. La gente le había votado. Y nuestro trabajo no era adoptar una postura política o partidista, sino más bien cómo gobernar este país y cómo intentar que este experimento sobreviviera un año más”.
A fuerza de datos y evidencia Woodward concluye el libro diciendo: “Trump no era el hombre indicado para este trabajo”.
Pero nosotros elijamos otro párrafo para terminar. Uno que revela cuál era su visión personal de lo que serían esas elecciones y el rival que enfrentaría –aún no había triunfado en la interna demócrata Joe Biden-.
-Voy a serte sincero, creo que los candidatos son malísimos –contestó-. Es una vergüenza. Me avergüenzan los candidatos demócratas. Puede que tenga que presentarme contra uno de ellos y, quién sabe… Son unas elecciones. Pero, por ahora, pinta muy bien para mí.
Lo esperaba la derrota.