La modificación de la ley de ministerios que el viernes pasado tuvo media sanción por parte del Senado provincial tiene una significación más entre el pliegue de consideraciones que se pueden hacer.
Esa lectura es la firme convicción, en la mesa chica que rodea al Gobernador Alberto Rodríguez Saá, de que, desaparecida la figura de jefe de Gabinete, ya nadie más tiene que rendir cuentas ante otro poder sobre la marcha del Ejecutivo.
Pese a que esas exposiciones eran un monólogo soporífero impregnado de imprecisiones, -y que se celebraban como sacarse un peso de encima-, aún así, eran una molestia en la cultura de cancelación que el Gobierno ejecuta en todos los ámbitos, también en el institucional.
Inservible esta vez como plataforma de lanzamiento de una figura política de cara al 2023 –Alberto Rodríguez Saá fue jefe de Gabinete de Alicia Lemme en 2001 antes de ser gobernador en 2003; y Claudio Poggi fue jefe de Gabinete de Alberto Rodríguez Saá en 2011 antes de ser gobernador- la Jefatura de Gabinete era un lastre.
Tal vez sin saber estos pormenores, lo cierto es que también el senador Sergio Guardia argumentó su preocupación por la desaparición de esa figura, la de Jefe de Gabinete, que era quien debía cumplir con esa responsabilidad de asistir una vez al mes a explicar la marcha del Gobierno.
“Esto debilita la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo” dijo el senador por Junín; en tanto el senador por Pedernera, Adolfo Castro Luna se lamentó de esa desaparición porque “el Jefe de Gabinete era uno de los pocos funcionarios que tenían que comparecer antes las Cámaras” para explicar qué hace el Gobierno.
La falta de Defensor del Pueblo, la virtual desaparición del Tribunal de Cuentas, la imposibilidad de acceder a información oficial, son apenas una muestra de esa visión que se extiende como una mancha de tinta sobre el resto de las instituciones.